Page 301 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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LAS PALOMAS DEL INFIERNO



                                                    Pigeons from Hell



                                                 [Weird Tales, mayo, 1938]







                                           1. EL SILBIDO EN LA OSCURIDAD


                    Griswell  se  despertó  repentinamente,  con  un  cosquilleo  nervioso  como

               premonición  del  peligro  inminente.  Echó  un  vistazo  alrededor  con  ojos
               febriles, incapaz al principio de recordar dónde estaba, o qué estaba haciendo
               allí. La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas polvorientas, y la
               gran  habitación  vacía  con  su  techo  elevado  y  su  chimenea  negra  resultaba

               espectral  y  desconocida.  Entonces,  a  medida  que  emergía  de  las  pegajosas
               telarañas de su reciente sueño, recordó dónde estaba y cómo había llegado
               hasta allí. Giró la cabeza y miró a su acompañante, que dormía en el suelo
               cerca de él. John Branner no era más que un bulto borroso en la oscuridad que

               la luna apenas teñía de gris.
                    Griswell intentó recordar qué le había despertado. No había ningún sonido
               en la casa, y tampoco ningún sonido fuera, excepto el fúnebre ulular de un
               búho,  en  la  lejanía  de  los  bosques  de  pinos.  Por  fin  recuperó  el  esquivo

               recuerdo. Había sido un sueño, una pesadilla tan llena de pálido horror que le
               había asustado hasta despertarle. Los recuerdos volvieron a él en un torrente,
               dibujando vívidamente la abominable visión.
                    ¿O no fue un sueño? Seguramente debió de serlo, pero se había mezclado

               tan curiosamente con los acontecimientos reales recientes que era difícil saber
               dónde terminaba la realidad y dónde empezaba la fantasía.
                    Soñando, le había parecido revivir sus últimas horas despierto con todo
               detalle.  El  sueño  había  empezado,  bruscamente,  cuando  él  y  John  Branner

               llegaron ante la casa en cuyo interior estaban tumbados ahora. Habían llegado
               traqueteando y dando botes sobre la irregular carretera vieja, llena de baches,



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