Page 302 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
P. 302

que atravesaba los pinares; él y John Branner, vagabundeando muy lejos de su

               hogar  en  Nueva  Inglaterra,  en  busca  del  placer  de  las  vacaciones.  Habían
               visto  la  vieja  casa  con  sus  galerías  cubiertas  elevándose  en  medio  de  un
               campo de hierbajos y arbustos, justo cuando el sol se ponía detrás de ella. Les
               encandiló,  recortándose  negra,  profunda  y  austera  contra  la  muralla  baja  y

               coloreada del crepúsculo, y enrejada por los negros pinos.
                    Estaban cansados, hartos de saltar y dar botes todo el día por carreteras de
               montaña.  La  vieja  casa  desierta  estimuló  su  imaginación,  evocando  el
               esplendor  de  antes  de  la  guerra  y  la  decadencia  más  absoluta.  Dejaron  el

               automóvil  junto  a  la  carretera  llena  de  baches,  y  mientras  subían  por  el
               tortuoso  camino  de  ladrillos  medio  deshechos,  casi  perdido  entre  la  alta
               maleza, las palomas se elevaron desde las barandillas en una muchedumbre
               aleteante  y  emplumada,  y  partieron  con  un  estruendo  sordo  de  alas

               agitándose.
                    La  puerta  de  roble  colgaba  de  bisagras  rotas.  El  polvo  se  amontonaba
               sobre el suelo de la amplia y oscura entrada, y sobre los anchos escalones de
               la escalera que ascendía desde el vestíbulo. Se dirigieron a una puerta frente

               al  rellano  y  entraron  en  una  habitación  grande,  vacía  y  polvorienta,  con
               telarañas gruesas colgando de las esquinas. El polvo se amontonaba sobre las
               cenizas de la chimenea.
                    Hablaron  de  recoger  madera  y  prender  un  fuego,  pero  decidieron  no

               hacerlo. Cuando el sol se puso, la oscuridad llegó rápidamente, la oscuridad
               absoluta,  densa  y  negra  de  los  bosques.  Sabían  que  había  serpientes  de
               cascabel y víboras en los bosques del sur, y no les apetecía andar a tientas
               buscando  leña  a  oscuras.  Comieron  frugalmente  parte  de  sus  conservas,  y

               luego se envolvieron en las mantas completamente vestidos, ante la chimenea
               vacía, y quedaron dormidos de inmediato.
                    Esto, en parte, era lo que Griswell había soñado. Volvió a ver la austera
               casa  cerniéndose  sobre  el  crepúsculo  carmesí;  vio  el  vuelo  de  las  palomas

               cuando  él  y  Branner  subieron  por  el  camino  deshecho.  Vio  la  habitación
               oscura en la que yacían en el momento presente, y vio las dos figuras que eran
               él mismo y su compañero, envueltos en sus mantas sobre el suelo polvoriento.
               A partir de ese momento, su sueño se alteraba sutilmente, abandonaba el reino

               del lugar común y se teñía de miedo. Contemplaba una habitación imprecisa y
               sombría, iluminada por la luz gris de la luna que brotaba de alguna fuente
               oscura, ya que no había ventana alguna en aquella habitación. Pero bajo la luz
               gris vio tres figuras silenciosas que colgaban suspendidas en fila, y su quietud

               y su silueta despertaron un gélido horror en su alma. No oyó sonido alguno,




                                                      Página 302
   297   298   299   300   301   302   303   304   305   306   307