Page 303 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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no oyó palabra alguna, pero sintió una Presencia de miedo y demencia
agazapada en un rincón oscuro… Bruscamente volvió a la habitación
polvorienta de techo alto, junto a la gran chimenea.
Estaba echado entre sus mantas, mirando tensamente a través de la
borrosa puerta y del vestíbulo sombrío, hasta donde un rayo de luz de luna
caía sobre la escalera, a unos siete pasos del rellano. Y había algo en la
escalera, una cosa sombría, deforme, retorcida, que no llegaba a ponerse del
todo bajo el rayo de luz. Pero un difuso borrón amarillo que podría haber sido
un rostro estaba vuelto hacia él, como si algo se agazapara en la escalera,
contemplándole a él y a su compañero. El miedo recorrió sus venas, y fue
entonces cuando se despertó… si es que realmente había estado dormido.
Pestañeó. El rayo de luz de luna caía sobre la escalera tal y como había
soñado que lo hacía; pero allí no acechaba ninguna figura. Aun así, seguía
teniendo la carne de gallina por el temor que el sueño o la visión le habían
instigado; sus piernas temblaban como si hubieran sido sumergidas en agua
helada. Hizo un movimiento involuntario para despertar a su compañero,
cuando un sonido le paralizó.
Era el sonido de un silbido en el piso superior. Se elevó escalofriante y
dulce, sin formar ninguna canción, sino estridente y melodioso. Semejante
sonido en una casa supuestamente desierta ya era alarmante en sí mismo; pero
fue algo más que el temor a un invasor físico lo que dejó helado a Griswell. Él
mismo no habría sido capaz de definir el horror que le atenazó. Pero las
mantas de Branner crujieron, y Griswell vio que se había enderezado,
sentándose. Su bulto se distinguía pálidamente en la suave oscuridad, la
cabeza vuelta hacia la escalera como si estuviera escuchando con atención. El
extraño silbido se volvió a elevar más dulce y más sutilmente maligno.
—¡John! —susurró Griswell con los labios resecos. Había querido gritar,
decirle a Branner que había alguien arriba, alguien que no podía desearles
ningún bien; que debían abandonar la casa al momento. Pero su voz murió
ahogada en la garganta.
Branner se había levantado. Sus botas resonaron sobre el suelo mientras
se acercaba a la puerta. Avanzó lentamente por el vestíbulo y se dirigió al
rellano, fundiéndose con las sombras que se amontonaban negras alrededor de
la escalera.
Griswell permanecía tumbado, incapaz de moverse, su mente un remolino
de perplejidad. ¿Quién silbaba en el piso de arriba? Griswell vio cómo pasaba
por el punto donde caía la luz de luna, vio su cabeza inclinarse hacia atrás
como si estuviera mirando algo que Griswell no podía ver, por encima y más
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