Page 304 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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allá de la escalera. Pero su rostro era como el de un sonámbulo. Atravesó la

               franja de luz de luna y desapareció de la vista de Griswell, aunque este intentó
               gritarle  que  volviera.  Un  espeluznante  susurro  fue  el  único  resultado  de  su
               esfuerzo.
                    El silbido decreció hasta una nota inferior y se extinguió. Griswell oyó las

               escaleras crujiendo bajo los pasos medidos de Branner. Ya había alcanzado el
               pasillo de arriba, pues Griswell oyó el peso de sus pies avanzando por él. De
               pronto las pisadas se detuvieron, y la noche entera pareció contener el aliento.
               Entonces un espantoso grito desgarró el silencio, y Griswell dio un respingo,

               haciéndose eco del grito.
                    La extraña parálisis que le retenía quedó rota. Dio un paso hacia la puerta,
               y  entonces  se  detuvo.  Los  pasos  se  habían  reanudado.  Branner  estaba
               volviendo.  No  corría.  El  caminar  era  incluso  más  pausado  y  medido  que

               antes.  Las  escaleras  empezaron  a  crujir  de  nuevo.  Una  mano  tanteante,
               avanzando por la barandilla, apareció en la franja de luz de luna; después otra,
               y una espeluznante emoción embargó a Griswell cuando vio que la otra mano
               aferraba un hacha… un hacha de la cual goteaba algo negro. ¿Era Branner

               quien estaba bajando por la escalera?
                    ¡Sí!  La  figura  había  entrado  en  la  franja  de  luz  de  luna,  y  Griswell  la
               reconoció. Entonces vio la cara de Branner, y un chillido escapó de labios de
               Griswell. La cara de Branner estaba pálida como la de un cadáver; gotas de

               sangre resbalaban oscuras por ella; sus ojos estaban vidriosos y fijos, ¡y la
               sangre rezumaba de la enorme hendidura que dividía su cabeza!
                    Griswell  nunca  recordaría  exactamente  cómo  salió  de  aquella  casa
               maldita. Después conservaría la impresión confusa y enloquecida de abrirse

               camino  a  través  de  una  ventana  polvorienta  y  cubierta  de  telarañas,  de
               tropezar a ciegas a través del jardín asfixiado por los hierbajos, balbuciendo
               su frenético horror. Vio el negro muro de los pinos, y la luna flotando en una
               neblina rojo sangre en la cual no podía distinguir ni pies ni cabeza.

                    Recuperó  una  pizca  de  sensatez  cuando  vio  el  automóvil  junto  a  la
               carretera. En un mundo que repentinamente se había vuelto loco, aquel era un
               objeto  que  reflejaba  una  realidad  prosaica;  pero  mientras  estiraba  la  mano
               hacia  la  puerta,  un  escalofriante  chirrido  resonó  en  sus  oídos,  y  retrocedió

               apartándose de la forma ondulante que se elevaba sobre sus anillos escamosos
               en el asiento del conductor, mientras siseaba proyectando una lengua bífida
               bajo la luz de la luna.
                    Con  un  sollozo  de  horror  se  volvió  y  corrió  por  la  carretera,  como  un

               hombre  que  huye  en  una  pesadilla.  Su  cerebro  aturdido  era  incapaz  de




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