Page 9 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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ocasión, escribiría un personaje o una situación vulgar y carente de vida y lo

               dejaría  así.  Antes  de  darle  el  último  toque,  el  texto  siempre  adquiría  algún
               tinte  de  vitalidad  y  de  veracidad  a  pesar  de  las  habituales  influencias
               editoriales; siempre sacaba algo de su propia experiencia y conocimiento de la
               vida en lugar de explotar el estéril herbario de Figurines disecados propios de

               los pulp. No sólo destacó en imágenes de la contienda y la masacre, sino que
               también fue casi único en su capacidad para crear emociones verdaderas de
               miedo  espectral  y  de  suspense  terrible.  Ningún  autor,  ni  siquiera  en  los
               campos más humildes, puede sobresalir verdaderamente a menos que se tome

               su trabajo muy en serio; y Howard lo hizo así, incluso en casos en los que
               conscientemente pensó que no lo hacía. Que un artista tan genuino pereciese
               mientras cientos de plumíferos deshonestos continúan inventando fantasmas,
               vampiros,  naves  espaciales  y  detectives  de  lo  oculto  espurios,  resulta

               verdaderamente una triste muestra de ironía cósmica.
                    Howard, familiarizado con muchos aspectos de la vida del sudoeste, vivió
               con sus padres en un ambiente semirural en el pueblo de Cross Plains, Texas.
               La escritura fue su única profesión. Sus gustos como lector eran amplios, e

               incluían  investigaciones  históricas  de  gran  profundidad  en  campos  tan
               dispares como el sudoeste americano, la Gran Bretaña e Irlanda prehistóricas,
               y los mundos oriental y africano prehistóricos. En literatura, prefería lo viril a
               lo sutil, y repudiaba el modernismo de forma radical y completa. El difunto

               Jack London era uno de sus ídolos. En política era liberal, y un agrio enemigo
               de  la  injusticia  civil  en  todas  sus  formas.  Sus  principales  entretenimientos
               eran los deportes y los viajes; estos últimos siempre dieron lugar a deliciosas
               cartas descriptivas repletas de reflexiones históricas. El humor no era una de

               sus  especialidades,  aunque  por  un  lado  tenía  un  acentuado  sentido  de  la
               ironía,  y  por  el  otro  poseía  un  generoso  talante  campechano,  lleno  de
               cordialidad  y  simpatía.  Aunque  tenía  numerosos  amigos,  Howard  no
               pertenecía  a  ninguna  camarilla  literaria  y  aborrecía  todos  los  cultos  de  la

               afectación «artística». Su admiración se dirigía a la fuerza de la personalidad
               y del cuerpo más que a la erudición. Con sus camaradas autores del campo de
               la  fantasía,  mantuvo  una  correspondencia  interesante  y  voluminosa,  pero
               nunca  llegó  a  conocer  en  persona  más  que  a  uno  de  ellos,  el  brillante  E.

               Hoffmann Price, cuyos variados logros le impresionaron profundamente.
                    Howard medía casi un metro ochenta de estatura, y tenía la complexión
               robusta  de  un  luchador  nato.  Excepto  por  sus  ojos  azules  celtas,  era  muy
               moreno; y en sus últimos años su peso rondó los 90 kilos. Siempre aplicado a

               una  vida  vigorosa  y  enérgica,  recordaba  de  forma  más  que  casual  a  su




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