Page 13 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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—¡Alto!

                    No se mostró sorprendido.
                    —Os ruego que manejéis la hoja con cuidado, amigo —dijo.
                    Algo avergonzado, bajé la espada.
                    —Soy  nuevo  en  este  bosque  —dije,  en  son  de  disculpa—.  Me  han

               hablado de bandidos. Le ruego perdón. ¿Dónde está la carretera que lleva a
               Villefére?
                    —Corbleu, se la ha dejado atrás —contestó—. Debería haberse desviado
               a la derecha hace un rato. Yo mismo voy hacia allá. Si acepta mi compañía,

               puedo orientarle.
                    Vacilé. Pero ¿por qué debería vacilar?
                    —Por supuesto. Mi nombre es De Montour, de Normandía.
                    —Yo soy Carolus le Loup.

                    —¡No! —retrocedí.
                    Me miró atónito.
                    —Perdone —dije yo—. Es un nombre extraño. ¿Loup no significa lobo?
                    —Mi familia es de grandes cazadores —contestó. No me ofreció la mano.

                    —Tiene  que  disculpar  mi  mirada  —dije  mientras  desandábamos  el
               camino— pero apenas puedo ver su rostro en la oscuridad.
                    Noté que se reía, aunque no hizo sonido alguno.
                    —No merece la pena mirarlo —contestó.

                    Me acerqué más y entonces me aparté de un salto, con el pelo de punta.
                    —¡Una máscara! —exclamé—. ¿Por qué lleva una máscara, m’sieu?
                    —Por un juramento —explicó—. Al huir de una manada de perros juré
               que si escapaba, llevaría una máscara durante algún tiempo.

                    —¿Perros, m’sieu?
                    —Lobos —contestó rápidamente—. Quise decir lobos.
                    Caminamos en silencio durante un rato y luego mi acompañante dijo:
                    —Me sorprende que camine por estos bosques de noche. Poca gente viene

               por estos caminos incluso de día.
                    —Tengo  prisa  por  llegar  a  la  frontera  —contesté—.  Se  ha  firmado  un
               tratado con los ingleses, y el Duque de Borgoña tiene que saberlo. La gente
               del  pueblo  quiso  disuadirme.  Hablaron  de  un…  lobo  que  supuestamente

               merodea por estos bosques.
                    —De  aquí  sale  el  camino  hacia  Villefére  —dijo  él,  y  vi  un  sendero
               estrecho  y  tortuoso  que  no  había  visto  cuando  pasé  por  delante  antes.
               Conducía hacia la oscuridad de los árboles. Me estremecí.

                    —¿Desea regresar al pueblo?




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