Page 72 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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pulso de Miller conservaba su firmeza. Efectuó cinco disparos con el Enfield
británico que se había traído a casa del frente, accionando a gran velocidad el
cerrojo para expulsar los casquillos e introducir la siguiente bala en su sitio;
ocho impactos de diez intentos que redujeron a trizas la ilustración del caballo
con su carreta. Floyd Hagen cubrió el destrozo con un dólar de plata mientras
los hombres murmuraban y cruzaban silbidos de asombro.
—¿De dónde eres?
—De Utah.
—¿Entonces qué, vives en las montañas? ¿Eres mormón?
—No, señor. No soy mormón. Mi familia es católica.
—¿Sí? Pensaba que en Utah solo había mormones. Los trenes no dan
abasto para sacar de allí a la gente normal, o eso tenía entendido.
—Bueno, lo que hagan en Salt Lake es cosa suya, señor. A mí me criaron
en una familia católica. Los mormones nunca se han metido con nosotros.
—Pero tu familia vivía en las montañas, ¿o no?
—Eso es así.
—Lo que pensaba. Montañés, se nota a la legua. Yo igual. De Carolina
del Norte, Blue Ridge. Sabemos más que nadie de caldo de ardilla y tarta de
zarigüeya, ¿a que sí? Tendréis zarigüeyas en Utah, ¿no, chaval?
Tras el ojo izquierdo de Miller, el mundo se resquebrajó y vomitó sangre:
el cielo rojo esclarecía una pradera tenebrista tachonada de rastrojos y
guijarros viscosos como las escamas del lomo de Uróboros. Entre las rocas,
sobre las costuras del horizonte, brincaba una liebre.
—Dice el «pollaco» que te cepillaste a un montón de cabezas cuadradas
durante la guerra. ¿Es eso cierto, chaval? ¿Les diste su merecido a esos
cabezas cuadradas? —McGrath sonrió y escupió de nuevo, enviando un
chorro de ácido contra los faldones de tablas de la cabaña—. Bah, qué más da.
Mi abuelo estuvo en Antietam y tampoco soltaba prenda nunca. El caso es
que hay un fotógrafo que viene de camino ya para acá, en el John Henry.
Estará aquí para el fin de semana. Al chef se le han antojado un buen par de
gamos para la cena. Se me había ocurrido que Horn, Ruark, Bane, Stevens y
tú os podríais coger el día e ir a ver qué encontráis para la pitanza. Ah, y
Calhoun, que se machacó el pulgar el otro día. No podrá agarrar el hacha,
pero para despellejar seguro que se las apaña con la mano buena, ¿eh? Aquí
pinta menos que una mona con tetas.
—Un fotógrafo. —Eso suponía una distracción de primera magnitud, por
debajo tan solo de las visitas de los grandes directivos. Por otra parte, este
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