Page 111 - La sangre manda
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Durante su tercer curso en el instituto, mucho antes de convertirse en una
hormiga laboriosa que trabaja en ese hormiguero conocido como Midwest
Trust, Chuck era el cantante de un grupo llamado Retros. Habían elegido ese
nombre porque interpretaban muchos temas de los años sesenta y setenta, con
predominio de grupos ingleses como los Stones, los Searchers y los Clash,
porque la mayoría de esas canciones eran sencillas. Evitaban a los Beatles,
cuyas canciones estaban llenas de acordes raros, como las séptimas
aumentadas o disminuidas.
Chuck debía ser el cantante por dos razones: por un lado, no sabía tocar
ningún instrumento, pero podía entonar una melodía; por otro, su abuelo tenía
un viejo todoterreno y se lo dejaba para ir a los bolos siempre y cuando no
fueran muy lejos. Al principio los Retros eran malos, y cuando se separaron a
final de tercero, ya eran solo mediocres, pero, como dijo una vez el padre del
guitarra rítmica, habían dado «el salto cuántico a la aceptabilidad». Y en
realidad era difícil hacerlo muy mal cuando uno tocaba temas como «Bits and
Pieces» (Dave Clark Five) y «Rockaway Beach» (Ramones).
Chuck tenía una voz de tenor agradable pero nada excepcional, y no temía
chillar o hacer un falsete cuando la ocasión lo exigía; sin embargo, lo que de
verdad le gustaba eran los solos instrumentales, porque entonces podía bailar
y pavonearse por el escenario como Mick Jagger, a veces meneando el
soporte del micro entre las piernas de un modo que consideraba provocador.
También sabía hacer el moonwalk, que siempre arrancaba aplausos.
Los Retros eran una banda de garaje que a veces ensayaba en un auténtico
garaje y a veces en la sala de juegos de la planta baja de la casa del guitarra.
En esas ocasiones, la hermana pequeña de este (¿Ruth? ¿Reagan?) solía bajar
por la escalera en bermudas canturreando y bailando. Se colocaba entre los
dos amplificadores Fender, cimbreaba la cadera y el trasero de una manera
exagerada, se tapaba los oídos con los dedos y sacaba la lengua. Una vez, en
un descanso, se acercó a Chuck y le susurró:
—Entre tú y yo, cantas como follan los viejos.
Charles Krantz, el futuro contable, contestó también en susurros:
—Como si tú lo supieras, culo de mono.
La hermanita hizo como si no lo oyera.
—Aunque me gusta verte bailar. Te mueves como un blanco, pero aun así.
A la hermanita, también blanca, también le gustaba bailar. A veces,
después del ensayo, ella ponía una de sus grabaciones caseras y él bailaba con
ella, imitaban a Michael Jackson y se reían como locos.
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