Page 209 - La sangre manda
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Holly cae de nuevo en la cuenta y se vuelve hacia Dan.

                    —Eras dibujante de retratos robot. ¡Ese era tu otro trabajo en la policía!
                    —Sí —dice él—, aunque yo no hacía retratos robot, no hacía caricaturas.
               Hacía verdaderos retratos. —Reflexiona y añade—: Habrás oído decir que
               hay  gente  que  nunca  olvida  una  cara.  En  su  mayoría,  exageran  o  mienten

               descaradamente. Yo no.
                    El anciano habla con toda naturalidad. Si es un don, piensa Holly, es tan
               viejo como él. Quizá en otro tiempo le concedía mucha importancia; ahora lo
               da por hecho sin más.

                    —Yo lo he visto trabajar —comenta Brad—. Si no fuera por la artritis en
               las manos, ahora podría darse la vuelta, ponerse de cara a la pared y retratarte
               en veinte minutos, Holly, y todos los detalles serían precisos. Esos dibujos del
               pasillo… son todos de personas que fueron detenidas a partir de los retratos

               del abuelo.
                    —Aun así… —empieza a decir ella en tono de duda.
                    —Recordar  caras  es  solo  parte  del  proceso  —dice  Dan—.  No  sirve
               cuando se trata de dibujar el retrato de un delincuente, porque no soy yo quien

               lo vio. ¿Entiendes?
                    —Sí —dice Holly. El tema le interesa no solo por el hecho de que él haya
               sido capaz de identificar a Ondowsky en sus numerosas manifestaciones, sino
               también porque, en su propio trabajo como investigadora, sigue aprendiendo.

                    —Entra el testigo. En algunos casos, como en el robo de un coche con
               violencia  o  un  atraco,  entran  varios  testigos.  Describen  al  autor  del  hecho.
               Pero  viene  a  ser  como  aquella  historia  de  los  ciegos  y  el  elefante.  ¿La
               conoces?

                    Holly  la  conoce.  El  ciego  que  coge  la  cola  del  animal  dice  que  es  una
               enredadera. El que coge la trompa piensa que es una pitón. El que coge la pata
               está seguro de que es el tronco de una palmera vieja y enorme. Al final, los
               ciegos se enzarzan en una discusión sobre quién tiene la razón.

                    —Cada testigo ve al individuo de una manera un poco distinta —explica
               Dan—. Y si hay un solo testigo, lo ve de maneras distintas en días distintos.
               No,  no,  dicen,  me  equivocaba,  la  cara  es  demasiado  gorda.  Es  demasiado
               delgada.  Tenía  perilla.  No,  era  bigote.  Tenía  los  ojos  azules.  No,  lo  he

               consultado con la almohada y me parece que en realidad eran grises.
                    Toma otra larga inhalación de oxígeno. Parece más cansado que nunca.
               Excepto por los ojos entre los párpados amoratados. Le brillan. Mantiene la
               atención.  Holly  piensa  que  si  ese  ser,  Ondowsky,  viera  esos  ojos,  tal  vez







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