Page 207 - La sangre manda
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«Aquí Dave van Pelt informando desde Dealey Plaza, enfrente del
Depósito de Libros Escolares de Texas, donde…».
—Congela la imagen —dice Dan, y Brad lo hace. Dan se vuelve hacia
Holly—. Es otra vez él, ¿no?
—Sí —confirma Holly—. No sé si otra persona lo vería, no sé cómo lo
viste tú tanto tiempo después de la noticia sobre el accidente aéreo, pero es él.
Mi padre me dijo una vez una cosa sobre los coches. Dijo que los fabricantes,
Ford, Chevrolet, Chrysler, ofrecen muchos modelos distintos, y los cambian
de un año para otro, pero siempre utilizan la misma plantilla. Ese…
Ondowsky… —Pero no encuentra las palabras y ha de limitarse a señalar la
imagen en blanco y negro de la pantalla. Le tiembla la mano.
—Sí —dice Dan en voz baja—. Muy bien expresado. Son distintos
modelos, pero a partir de la misma plantilla. Solo que hay al menos dos
plantillas, puede que más.
—¿Qué quieres decir?
—Ya llegaré a eso —responde él. Tiene la voz más cascada que nunca, y
bebe un poco más de té para lubricársela—. Vi esta noticia por casualidad,
porque en cuestión de noticiarios de la noche era seguidor de Huntley-
Brinkley. Pero, tras el atentado contra Kennedy, todo el mundo, incluido yo,
se pasó a Walter Cronkite. Porque la CBS tenía la mejor cobertura. A
Kennedy lo mataron un viernes. Esa información salió en el CBS Evening
News al día siguiente, el sábado. Lo que la gente de prensa llama «contexto».
Adelante, Brad. Pero desde el comienzo.
El joven periodista con la espantosa americana sport a cuadros empieza de
nuevo: «Aquí Dave van Pelt informando desde Dealey Plaza, enfrente del
Depósito de Libros Escolares de Texas, donde ayer John F. Kennedy, el
trigésimo quinto presidente de Estados Unidos, fue herido fatalmente. Me
acompañan Greta Dyson, Monica Kellogg y Juanita Álvarez, simpatizantes de
Kennedy que estaban justo aquí, donde ahora me encuentro, cuando se
produjeron los disparos. Señoras, ¿pueden decirme qué vieron? ¿Señorita
Dyson?».
«Disparos… sangre… El pobre tenía sangre en la parte de atrás de la
cabeza…». Greta Dyson llora de tal modo que apenas se la entiende, y Holly
supone que esa es la intención. Es probable que los espectadores en sus casas
lloren con ella, pensando que su aflicción representa la de ellos. Y la aflicción
de toda una nación. Únicamente el periodista…
—Está disfrutando —dice Holly—. Solo finge preocupación, y ni siquiera
lo hace muy bien, si a eso vamos.
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