Page 203 - La sangre manda
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—Marcel bajó la ventanilla y le preguntó a aquel hombre si necesitaba
ayuda. Él dijo que no. Tenía un transistor, eso que usábamos por aquel
entonces en lugar de iPods, y nos preguntó si habíamos oído lo que acababa
de pasar en Nueva York.
Dan se interrumpe para enderezarse la cánula y ajustar el flujo de oxígeno
de la botella acoplada al costado de la silla.
—No nos habíamos enterado de nada, salvo lo que decían por la radio de
la policía, así que Marcel apagó esa y encendió la normal. Buscó un
informativo. Ahora verás de qué hablaba el corredor. Adelante, Brad, pon la
primera.
El nieto de Dan pulsa la tableta electrónica que tiene en el regazo.
—Voy a reproducirlo en la pantalla grande —dice a Holly—. Un
segundo… Vale, aquí lo tenemos.
En el televisor, con una tétrica música de fondo, sale la carátula de un
antiguo noticiario. EL PEOR ACCIDENTE AÉREO DE LA HISTORIA,
reza. A eso siguen unas nítidas imágenes en blanco y negro de la calle de una
ciudad en la que parece haber caído una bomba.
«¡Las horrorosas secuelas de la peor catástrofe aérea de la historia! —
anuncia el locutor—. En una calle de Brooklyn se encuentran los restos
destrozados de un avión de carga que colisionó con otro aparato de línea en el
nublado cielo de Nueva York». En la cola del avión —o lo que queda de ella
—, Holly lee UNIT. «El avión de United Airlines ha caído sobre una zona
residencial y ha causado seis muertes en tierra, además de otras ochenta y
cuatro entre pasajeros y tripulación».
Ahora Holly ve correr entre los escombros a bomberos con cascos
anticuados. Algunos acarrean camillas a las que van sujetos cadáveres
cubiertos con mantas.
«En circunstancias normales —prosigue el locutor—, este vuelo de
United y el de Trans World Airlines con el que ha colisionado habrían estado
a kilómetros de distancia, pero el avión de la TWA (vuelo 266, con cuarenta y
cuatro personas a bordo, entre pasajeros y tripulantes) se había desviado de su
trayectoria. Ha impactado en Staten Island».
Más cadáveres cubiertos en más camillas. Una enorme rueda de avión,
con la goma hecha jirones y humeante todavía. La cámara recorre los restos
del 266, y Holly ve regalos de Navidad envueltos en vistoso papel esparcidos
por todas partes. La cámara se detiene en uno y muestra un pequeño Papá
Noel adherido al lazo. El Papá Noel, ennegrecido por el hollín, aún arde.
—Puedes pararlo ahí —dice Dan.
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