Page 208 - La sangre manda
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—Ciertamente —conviene Dan—. En cuanto uno lo mira desde la
perspectiva adecuada, es imposible pasarlo por alto. Y fíjate en las otras dos
mujeres. También lloran. Demonios, aquel sábado lloró mucha gente. Y en las
semanas posteriores. Tienes razón. Está disfrutando.
—¿Y crees que sabía que iba a ocurrir? ¿Como un mosquito huele la
sangre?
—No lo sé —dice Dan—. La verdad es que no lo sé.
—Sí sabemos que había empezado a trabajar en la KTVT ese mismo
verano —interviene Brad—. No pude averiguar gran cosa sobre él, pero ese
dato sí lo encontré. En una web donde se contaba la historia de la cadena. Y
se marchó en la primavera de 1964.
—Su siguiente aparición, al menos de la que yo tengo constancia, es en
Detroit —continúa Dan—. En 1967. Durante lo que en su día se conoció
como la Rebelión de Detroit o los Disturbios de la Calle 12. Empezaron
cuando la policía hizo una redada en un bar nocturno, un tugurio, y se
propagaron por toda la ciudad. Hubo cuarenta y tres muertos y ciento veinte
heridos. Fue noticia de primera plana durante cinco días, hasta que terminó la
violencia. Este es de otro canal independiente, pero lo adquirió la NBC y lo
difundió en las noticias de la noche. Adelante, Brad.
Aparece un periodista, delante de la fachada de una tienda en llamas,
entrevistando a un hombre negro con la cara ensangrentada. El hombre,
desconsolado, resulta apenas coherente. Dice que lo que está ardiendo en la
otra acera es su tintorería, y que no sabe dónde están su mujer y su hija. Han
desaparecido en las refriegas que se extienden por toda la ciudad. «Lo he
perdido todo —dice—. Todo».
¿Y el periodista, que esta vez se hace llamar Jim Avery? Salta a la vista
que trabaja para una pequeña cadena local. Más robusto que «Paul Freeman»,
casi gordo, bajo (el entrevistado descuella sobre él) y tirando a calvo. Un
modelo distinto, la misma plantilla. Enterrado en ese rostro carnoso, se
adivina a Chet Ondowsky. También a Paul Freeman. Y a Dave van Pelt.
—¿Cómo encontró esto, señor Bell? ¿Cómo demonios…?
—Dan, ¿recuerdas? Me llamo Dan.
—¿Cómo te diste cuenta de que el parecido no era un simple parecido?
Dan y su nieto se miran y cruzan una sonrisa. Holly, observando ese
aparte momentáneo, vuelve a pensar: distintos modelos, la misma plantilla.
—Te has fijado en los retratos del pasillo, ¿verdad? —pregunta Brad—.
Ese era el otro trabajo del abuelo cuando estaba en la policía. Tenía un don
natural para eso.
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