Page 58 - Popol Vuh
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El Popol Vuh                                                                                      58
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                   Numerosas eran las tribus que se habían fundado, cada una reuniéndose, cada una de las
            fracciones  de  tribus  que  iban  en  tropeles  por  los  caminos,  [por]  los  caminos  [que]  se
            manifestaban. En cuanto a Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo Lunar, no
            se mostraban allá en donde estaban. Cuando veían pasar tribus por los caminos, gritaban en la
            punta de los montes; no gritaban sino el grito del coyote, sino el grito del zorro; no hacían sino el
            grito del puma, del jaguar. Cuando las tribus al caminar vieron aquellos: “Solamente el grito del
            coyote, solamente el grito del zorro, solamente el grito del puma, solamente el grito del jaguar”,
            dijeron las tribus, como si en el espíritu de: todas las tribus no fueran hombres. Lo que hacían
            [los cuatro] no era más que para engañar a las tribus. “Sus corazones desean [algo]. En verdad
            lo que hacen nos asusta. Hay deseo en el grito del puma, [en] el grito del jaguar, quienes gritan
            cuando ven a hombres que no caminan sino uno o dos134 . Desean destruirnos”. Cuando iban
            cada día a sus casas con sus esposas, no llevaban más que hijos de abejas, hijos de avispas,
            hijos de abejorros, que daban a sus esposas. Cada día iban ante Pluvioso, Sembrador, Volcán,
            [y]  decían  en  sus  corazones:  “He  aquí  a  Pluvioso,  Sembrador,  Volcán.  No  les  damos  sino  la
            sangre  de  los  venados,  de  los  pájaros;  no  pinchamos  sino  nuestras  orejas,  nuestros  codos.
            Pedimos nuestra bravura, nuestra valentía a Pluvioso, Sembrador.
                   Volcán. ¿Quién habla de los muertos de las tribus cuando los matamos uno a uno?” [Así]
            se  decían  entre  sí  cuando  iban  ante  Pluvioso,  Sembrador,  Volcán.  Cuando  se  pinchaban  las
            orejas, los codos, ante los dioses, enjugaban la sangre y llenaban con ella la escudilla al borde de
            la  piedra.  En  realidad  no  era  entonces  al  borde  de  la  piedra  adonde  venía  cada  uno  de  los
            engendrados. Los de las Espinas, Los del Sacrificio, se regocijaban de aquella sangre [sacada]
            de ellos cuando llegaba aquel signo de sus acciones. “Seguid sus huellas; tal es la salvación para
            vosotros. De allá lejos, de Lugar de la Abundancia, vino, cuando nos trajisteis, la piel llamada
            Bandas Envolventes, dada con la sangre que nos introdujisteis. Que se froten con sangre ante
            Pluvioso, Sembrador, Volcán”; [así] se dijo.






































            Instituto Cultural Quetzalcoatl                                                  www.samaelgnosis.net
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