Page 63 - Popol Vuh
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El Popol Vuh                                                                                      63
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                   Entonces  vínose  a  [darles]  avispas,  abejas  que  fueron  a  coger  para  erizar  [la  muralla]:
            llegadas,  fueron  puestas  en  cuatro  grandes  calabazas  que  fueron  [colocadas]  alrededor  de  la
            ciudad: se encerraron las abejas, las avispas, en las calabazas, para combatir con ellas a las
            tribus.
                   La ciudad fue espiada, [rodeada] de emboscadas, juzgada por los enviados de las tribus.
            “No son numerosos”, dijeron, pero no habían llegado a ver más que los maniquíes, los [muñecos]
            construidos con madera, que dulcemente se balanceaban, sosteniendo sus flechas, sus escudos,
            y parecían verdaderamente hombres, parecían verdaderamente matadores. Cuando las tribus los
            vieron, todas las tribus se regocijaron de cuán [pocos] venían.
                   Numerosas  [eran]  las  tribus  existentes.  Innumerables  [eran]  los hombres, los guerreros,
            los  matadores,  para  matar  a  los  de  Brujo  del  Envoltorio.  Brujo  Nocturno.  Guarda-Botín  que
            estaban allí en el monte Volcán, nombre, [del monte] en donde estaban. He aquí que contaremos
            su llegada. He aquí que allí estaban Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín. Juntos
            estaban  en  la  montaña  con  sus  esposas,  sus  hijos,  cuando  llegaron  todos  los  guerreros,  los
            matadores; no solamente diez y seis mil. [ni] veinticuatro mil139 , de entre las tribus. Rodearon a
            la ciudad; vociferaban, adornados con flechas, con escudos; golpeaban sus escudos, silbaban,
            aullaban. Vociferaron exclamaciones, silbidos, cuando llegaron al pie de la ciudad. No había en
            esto nada que pudiera espantar a Los de las Espinas.

                   Los  del  Sacrificio:  fueron  simplemente  a  mirar  desde  el  reborde  de  las  fortificaciones;
            fueron  en  orden  con  sus  esposas,  sus  engendrados.  Sus  espíritus  [fueron]  solamente  al
            encuentro de los actos, de la música, de las palabras de las tribus cuando éstas subieron a la faz
            del monte: poco faltaba para que acabasen [de llegar] hasta la entrada de la ciudad cuando se
            levantaron  las  cubiertas  de  las  cuatro  calabazas  que  estaban  al  borde  de la ciudad; entonces
            salieron las abejas, las avispas, saliendo como humo del interior de cada una de las calabazas.
                   Así los guerreron fueron acabados por los animales que se pegaban a sus ojos, que se
            pegaban a sus narices, a sus bocas, a sus piernas, a sus brazos. “¿Adonde han ido a coger,
            adonde han ido a reunir, todo lo que hay [aquí] de abejas, de avispas?” Pegadas así, mordían los
            ojos; las bestezuelas se abatían furiosas sobre cada uno de los hombres. Embriagados por las
            abejas, las avispas, sin poder sostener sus flechas, sus escudos, [los hombres] caían sobre la
            haz de la tierra.
                   Se tendían al caer ante la montaña. No sintieron que se les traspasaba con flechas, que se
            les tajaba con el hacha. Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno, no se sirvieron más que de madera
            podrida140 ; sus esposas se pusieron a matar.
                   Solamente una parte [del enemigo] regresó: las tribus [se] fueron a la carrera. Aquellos a
            quienes primero se alcanzó fueron acabados, fueron matados: no pocos hombres perecieron: [los
            nuestros]  no  mataron  tanto  como  sus  corazones  perseguían,  porque  los  animales  estuvieron
            [también] en contra de ellos No emplearon toda su valentía: sin flechas, sin escudos, mataron.
                   Entonces fueron humilladas todas las tribus. Las tribus se humillaron, pues, ante la faz del
            Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín. “Tened piedad de nuestros rostros. No nos
            matéis”, dijeron. “Muy bien. Pero debíais morir. Os volveréis, pues, tributarias», mientras haya
            días, mientras haya albas”, fue respondido. Tal fue la derrota de todas las tribus por nuestras
            primeras madres, [nuestros primeros] padres; sucedió allá en el monte ahora llamado Volcán.
                   Aquellos primeros [antepasados] se fijaron, se multiplicaron, hicieron hijas, hicieron hijos,
            en la cima del Volcán. Se regocijaron cuando vencieron a todas las tribus, derrotadas allá en el
            monte.  Así  hicieron:  humillaron  a  las  tribus,  a  todas  las  tribus.  En  seguida  sus  corazones

            Instituto Cultural Quetzalcoatl                                                  www.samaelgnosis.net
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