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1. INTRODUCCIÓN
La primera sensación que produce abordar una reflexión sobre el título de esta conferencia
es la necesidad de la prudencia y la del juicio ponderado. Se supone que somos
profesionales con una formación óptima, y, por tanto, usuarios conscientes de la lengua
(que sería el idioma concreto con el que nos explicamos). A ésta me voy a referir y no tanto
al lenguaje, que sería ese conjunto de potencialidades expresivas que todo hablante
posee.
Quisiera adentrarme en las procelosas y cambiantes aguas de la lengua con cierta cautela,
y para ello voy a reflexionar sobre algunas cuestiones, que deben tenerse en cuenta:
1º. El uso correcto de la lengua requiere un cambio de actitud y el descubrimiento de que
cada hablante posee la aptitud necesaria para expresarse con corrección. Muchos de
nuestros errores en el lenguaje oral y hablado proceden de nuestra desidia, de nuestra
falta de curiosidad intelectual para buscar en el diccionario una determinada palabra, de
nuestra renuencia a escribir borradores, esos textos que según Lope de Vega había que
dejar oscuros para transmitir con claridad nuestras ideas. Porque las ideas difícilmente se
hilvanan con coherencia interna a la primera intentona, todo requiere un tiempo de
elaboración, y confiar a la improvisación la expresión de nuestros pensamientos es facilitar
el error y la chapuza, es confundir la naturalidad con el desconocimiento. Por tanto, todos
tenemos aptitudes para expresarnos con corrección, pero es necesario un cambio de
actitud ante la lengua.