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7º. Dejamos para el final el uso y abuso de los neologismos. No cabe duda de que parejo
con el progreso y los inventos se crean palabras que designan esas nuevas realidades y
objetos. Además la lengua es un ser vivo, que no sólo ha modificado el significado de
algunas palabras (“nimio”, “loro”...) y ha condenado a otras al ostracismo (“uebos”,
“trébedes”...), sino que siempre ha recibido nuevas palabras, desde las americanas
“patata” y “tabaco”, a las europeas “piano, bayoneta”, o las peninsulares “pizarra, faena...”
Hoy el origen de las nuevas palabras, los neologismos, proceden mayormente del inglés.
Pero, ¿qué actitud tomar ante el masivo e indiscriminado uso de los neologismos? El
profesor Lázaro Carreter se ha referido a la conveniencia de aceptar y usar sólo aquellos
que sean necesarios, aquellos neologismos que designan realidades y objetos nuevos, y
nunca esos otros que con su uso arrinconan, por desconocimiento de los hablantes,
infrecuentes palabras castellanas. Sería impropio decir: “Te recibí en el hall, nos tomamos
un lunch y te deje un klenex para que te limpiases una mancha de mejilla, recién sometida
a un lifting. Empezó a sonar una música con mucho feeling. Pero se interrumpió y en su
lugar un comentarista aceleradamente se refirió a la pool possition de Nieto y al handicap
que resultaba para el Madrid la lesión de Roberto Carlos y del propio Míster”. Todos los
aquí reseñados podrían ser sustituidos con facilidad por palabras castellanas. Y esto es
sólo una muestra.
Hay otra tendencia, más sutil pero igualmente transgresora, que consiste en la mención
de una parte por el todo, o lo que es lo mismo, el uso y también abuso de las metonimias.
Así, tomamos Danone en vez de yogures, saboreamos un jerez, en vez de una copa de un
determinado jerez, algunos niños pronuncian perfectamente el inglés cuando piden corn
flakes, en lugar de simples cereales, y así sucede con “el pásame el Bic” cuando en su
lugar nos dan un no menos metonímico Pilot”.
A modo de conclusión, quisiera insistir en algunas de las ideas expuestas anteriormente.
Hablar bien, o lo que es más preciso, hablar correctamente, sería:
▪Adecuar el registro idiomático a cada una de las circunstancias contextuales en
que se produzca el acto comunicativo.
▪Conocer cuáles son los errores más frecuentes y cuáles son las opciones correctas.