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No se trata aquí de vapulear a nadie, porque todos cometemos errores, incluso cuando
tenemos la responsabilidad de educar, pero sí de que todos tomemos conciencia del grave
problema de deterioro de nuestra lengua, y de la obligación del Estado, de la Sociedad, de
las Academias, del Ministerio de Educación y Cultura, de las instituciones responsables,
de los profesionales que usamos diariamente la lengua en las aulas, en los foros públicos
o periodísticos, de preservar este inapreciable bien, clave e instrumento de nuestra
identidad como pueblo.
“¡A golpes con la lengua!”, José Luis Rozalén-Agustín Calvo.
Ahora los nuevos periodistas llegan a los medios informativos con una cultura más
audiovisual que literaria. (…). El vocabulario de las personas se reduce paulatinamente, lo
que redunda en que también disminuyan sus ideas. Ha dicho el escritor Francisco Ayala:
‘La costumbre de recibir información a través del televisor está apartando a mucha gente
de la práctica de la lectura, pero no menos cierto es que la pérdida del hábito de leer, a
que la invasora información audiovisual induce, tiene por efecto la atrofia de las
capacidades imaginativas y de las capacidades raciocinantes. Las nociones absorbidas
por la vista, acompañadas o no de un mensaje auditivo, tienen un carácter sensorial directo
y tienden a provocar en el sujeto una reacción inmediata, quizá mecánica e irreflexiva, en
contraste con las nociones adquiridas a través de la escritura, que exigen elaboración
mental por parte del lector, activando así sus potencias discursivas, estimulando su
conciencia crítica y obligándoles a transformar en imágenes de propia creación los signos
del lenguaje’.
(…) Ya nadie distingue los pájaros, nadie diferencia el gorjeo de un gorrión del silbido de
un mirlo, ni un hayedo de un robledal, ni un endrino de una encina. Los intelectuales pierden
peso en la sociedad, y lo ganan los cantantes, los presentadores de televisión y los hijos
de los anteriores. El gran vínculo de las masas no son ya las novelas donde brillan las
palabras, sino el cine y la televisión, donde se deforman.
Defensa apasionada de la lengua española, Álex Grijelmo.