Page 9 - LACORRETAEXPRESION
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2º. Este cambio de actitud nos va a permitir descubrir que la lengua es una fuente de

           enriquecimiento personal (inagotable y constante) en la medida en que vamos a saber
           comprender mejor la realidad exterior y expresar también nuestra realidad exterior. Hace

           unos días, para aliviar la incomodidad que procura los lentos desplazamientos urbanos,
           conecté la radio del coche. En Radio 5, un espacio titulado Hablar en plata se afanaban

           los locutores en aclarar el significado de dos palabras. Abandonaba la ciudad y descubrí
           unas obras de alcantarillado. Y me puse a pensar que las palabras me permitían nombrar

           el “teodolito” que manejaba un joven, y fijarme también en el “alcorque” que estaba siendo

           ocupado por una palmera; por su parte, en  la radio me aclaraban la diferencia que había
           entre “polemología” e “irenología”. Mi curiosidad estaba, por hoy, satisfecha; a mi edad

           avanzada  acababa  de  descubrir  el  significado  de  esta  última  palabra.    (Con  vuestro
           permiso os explico el significado de estas palabras, al tiempo que me reafirmo en mi idea

           de que sólo con ellas y con su adecuada expresión podemos comprender de manera más

           rica la realidad exterior e interior.
            Las  palabras  configuran  el  pensamiento;  sin  ellas  el  pensamiento  no  se  concreta.

           Palabras y pensamiento se retroalimentan. Fue Pedro Salinas quien dijo que hombre que
           entiende a medias no entiende; necesitamos las palabras para comprender el mundo, para

           articular el pensamiento, para expresar, en fin las emociones y pensamientos.

            Esta  reivindicación  de  las  palabras,  de  la  necesidad  de  ampliar  el  caudal  léxico,  no
           procede, claro es, de ningún afán purista ni enciclopedístico, sino más bien de  la búsqueda

           de la precisión y de la exactitud expresiva.


           3º. Y si todo tenemos aptitudes para expresarnos, debemos concluir que todo profesor

           ha de ser, independientemente de su especialidad, un profesor de lengua. Esta idea tan
           obvia y defendida en varias ocasiones por el profesor Fernando Lázaro Carreter, no ha

           sido asumida por la gran mayoría de los claustros de profesores. Oímos comentarios del
           tipo: “Si tú me entiendes, hombre”.  Y no nos estamos refiriendo a nimios errores, sino a

           equivocaciones de bulto: a errores de concordancia (los famosos “habían”, los habituales

           “dequeísmos”, los hipermodernos “neologismos” que todo lo invaden..., en fin desbarros a
           los que luego pormenorizadamente nos referiremos). El error expresivo se encuentra en

           las intervenciones orales de los docentes y, por su puesto, en los textos escritos que tanto
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