Page 135 - Lo Inevitable del Amor
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Y es que a Óscar también le engañaron. Él siempre pensó que la deuda de los
      cuatro millones era real. El plan de Ingrid y Assumpta consistía en quedárselos
      cuando Óscar los devolviera creyendo que saldaría la deuda con el banco.
        —¿Y qué ha sido de ellas? —me pregunta Blanca.
        —Desaparecieron  cuando  descubrieron  que  les  había  salido  mal  el  plan.
      Nosotros informamos de todo a la policía y supongo que las andarán buscando.
        —¡Perdona, María! —reclama mi atención Luis, el torero.
        —Dime, Luis.
        —Me quería despedir. Es que tengo a mi mujer en casa y se está haciendo
      muy tarde.
        —Gracias por haber venido —le digo, dándole dos besos y un abrazo.
        —¡Cuánto os parecéis! —es lo último que me dice antes de marcharse.
        —¡Y  a  mí  que  tu  amigo  me  suena  de  algo!  —me  dice  mi  padre  cuando
      desaparece por la puerta.
        Óscar ha bajado de acostar a las niñas y se viene a mi lado. Veo a Eugenio y
      a Clara en una esquina. Deseo que Eugenio sea feliz y sé que jamás lo hubiera
      sido conmigo. Yo nunca he dejado de querer a Óscar.
        —Si  hasta  te  dijo  él  que  estabas  cometiendo  un  error  —me  recuerda  mi
      marido.
        —¿Quién? —le pregunto sorprendida.
        —El espíritu de Gene, cuando se te apareció en esta casa, ¿no te acuerdas?
        —Pero si tú no crees en esas cosas.
        De  repente,  la  música  para  de  sonar,  justo  en  el  momento  en  el  que  un
      cantante español de moda empezaba a torturarnos con uno de sus éxitos. La gente
      se pregunta qué pasa.
        —¿Quién está tocando la música?
        —Nadie, ha saltado sola.
        —Será que se ha acabado la fiesta.
        —Espera, que creo que vuelve a sonar.
        —¡Sí!
        —¡Es Bruce Springsteen!
        —¿Quién ha puesto a este tío?
        —A mí me parece un poco pesado.
        —Pues a mí me encanta.
        —Oye, ¿no oléis un poco a marihuana?
        Comienza a sonar en el salón una de sus canciones más famosas, de la que
      yo, como siempre, no recuerdo el título. Noto con esa música dentro de mí que
      ella  me  está  diciendo  que  me  quiere.  Alzo  mi  copa  y  miro  hacia  arriba  para
      brindar sin poder evitar una enorme sonrisa.
        —¡Me alegro de que estés ahí!
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