Page 133 - Lo Inevitable del Amor
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—Ya veremos —me agradece—, pero de momento puede que me salga algo
      en una productora de televisión.
        Carla  y  Julia  están  fascinadas  en  un  sofá  con  Luis  Osuna,  que  sabe  hacer
      juegos de magia con monedas, que hace aparecer y desaparecer entre las orejas
      de las niñas.
        —¿Cómo estás? —le pregunto.
        —¡Aquí,  jugando  con  estas  niñas  tan  preciosas!  —me  cuenta  el  torero
      después de sacarse de la manga una pelota de pimpón.
        —¿Quién es ese señor? —me pregunta mi padre muy bajito.
        —¡Un amigo!
        —¿Un amigo? Pues no le había visto nunca.
        Mi padre está un poco desubicado, no se acopla en ningún grupo de los que
      hay, así que me siento un rato a hablar con él. Y, cómo no, volvemos a hablar de
      lo único que se habla en esta casa en los últimos meses.
        —Estuvo a punto de salirles el plan —me dice.
        —¡Por poco!
        —Vaya par de zorras —dice bebiendo de su coca-cola.
        El par de « zorras»  al que se refiere mi padre es el formado por la mexicana
      Assumpta Relate y la española Ingrid Cebrián, que eran los nombres reales de
      Estefanía y Rocío Hurtado, dos estafadoras de larga trayectoria que intentaron
      hacerse con los cuatro millones de euros que Gene Dawson quería invertir en mi
      estudio. Assumpta, que al parecer siempre ha tenido imán para los hombres con
      dinero, se  convirtió  en  la amante  de  Gene.  De  este modo  se  enteró  de  que  el
      escultor  americano  tenía  una  hija  biológica  a  la  que  iba  a  dejar  una  herencia
      muy  golosa.  Con  la  ayuda  de  su  amiga  Ingrid  urdieron  un  plan  para  el  que
      necesitaban a dos hombres.
        —¿Ya estáis otra vez con el temita?
        —Es mi padre, que no para de darle vueltas.
        —Os digo una cosa —nos confiesa mi padre—: Estefanía estaría conmigo por
      interés, pero a mí que me quiten lo bailao —concluye riendo.
        Estefanía, bueno, Assumpta, se lio con mi padre para tener información del
      estudio de primera mano, mientras su amiga Ingrid, conocida por mí como Rocío
      Hurtado, se hizo amante de Óscar para completar la estafa. Mi marido pensó que
      esa mujer que se moría por sus huesos era una directiva del Banco Inversor, con
      el  que  siempre  trabajamos  en  Puente.  Le  propuso  una  compra  de  terrenos  a
      Óscar por cuatro millones para lo que le concedería un crédito rápido saltándose
      todas las instancias. Óscar se lo creyó, como se lo creyó también cuando le contó
      que  la  compra  de  los  terrenos  había  sido  una  estafa  y  que  a  ella  la  habían
      despedido por haberle concedido el préstamo de forma irregular.
        —¿Otro gin-tonic? —me propone Eugenio—. ¡Y levantaos de ahí que os vais
      a amuermar!
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