Page 129 - Lo Inevitable del Amor
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cóctel,  por  supuesto,  y  un  yogur  sabor  de  coco  que  guardó  en  la  neverita  del
      minibar. Lo dejó todo en la habitación y al salir colgó en la puerta el cartel de
      « no  molestar» .  Se  despidió  de  Luis  hasta  medianoche  y  se  fue  a  mi  casa  a
      cenar.
        —No noté nada distinto en ella esa noche —confieso.
        —Ella quería que todo fuera natural, despedirse de vosotras sin hacer ningún
      drama y hacerlo consciente de lo que hacía. ¡Tu madre era la hostia!
        Ernesta  y  Luis  pasaron  la  noche  hablando  hasta  el  amanecer.  Hubo
      momentos en los que incluso se les olvidó el motivo por el que estaban en esa
      habitación de hotel. Me cuenta Luis que a ratos hasta se rieron bastante. A mi
      madre, me dice, le hacían mucha gracia algunas historias de toreros que él le
      contaba, sobre todo las que tenían que ver con el ridículo que a veces te hace
      pasar el miedo. También lloraron, porque hablaron de la vida, de lo bonita que es
      y  de  cuánta  pena  da  dejarla  cuando  sabes  que  te  queda  poco.  Hablaron  de
      muchas cosas, pero, sobre todo, mi madre habló de mí. Al parecer, le contó mi
      vida,  desde  que  era  niña,  hasta  ahora.  Me  emociona  que  Luis  me  cuente  lo
      orgullosa  que  ella  estaba  de  mí.  Las  madres  eso  siempre  lo  expresan  mejor
      cuando están con otros, por eso es que casi nunca lo sentimos así. Pues ella estaba
      muy orgullosa de mí y de cómo hacía las cosas. Le hago repetir a Luis eso de
      que mi madre estaba orgullosa de cómo hacía yo las cosas.
        —No te conozco —me revela—, pero a través de ella saco la conclusión de
      que os parecéis mucho.
      Aún eran necesarias las luces de la habitación, pero por la ventana empezaba a
      clarear, a pesar de que el día amaneció algo lluvioso. Mi madre y Luis dejaron
      de hablar. Me confiesa que él estaba muy nervioso, aunque en ningún momento
      le pidió que cambiara de opinión. Mi madre entró en el baño y se duchó. Salió
      con un camisón y una bata. Fue en el baño donde ella misma mezcló el cóctel
      con el yogur de coco, que se tomó en compañía de Luis.
        El  « cóctel  de  autoliberación»   consiste  en  varios  medicamentos  contra  la
      malaria  que  mezclados  en  grandes  dosis  resultan  mortales  al  causar  un  paro
      cardiaco. La mayoría de esos medicamentos pueden conseguirse sin receta, y se
      mezclan con un hipnótico que provoque sueño para no sentir nada en el momento
      de la muerte.
        Mi madre se tomó el yogur mientras Luis miraba amanecer por la ventana,
      intentando coger fuerzas para no llorar. Hasta que el hipnótico comenzó a hacer
      efecto  mi  madre  tuvo  tiempo  para  dejar  sobre  la  mesa  la  carta  manuscrita
      dirigida a la policía y al juez que en la asociación Derecho a Morir Dignamente
      te recomiendan dejar escrita para evitar problemas legales.
        También tuvo tiempo para pedirle a Luis que hiciera esto que está haciendo.
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