Page 128 - Abrázame Fuerte
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apetece —contesta su vecino, sonriendo. Antes de marcharse, le guiña un ojo a
Estela, a quien el gesto sorprende gratamente.
Sergio observa cómo Silvia sale del bar. « ¿Por qué la sigo siempre con la
mirada?» , se pregunta con miedo a responderse. Bea se pone el casco, dispuesta
a irse también. Mientras Sergio y ella salen en busca de la moto de éste, se
pregunta qué emociones le esperarán esta noche. Al subir al vehículo, abraza
bien fuerte al chico y se deja llevar. Le gusta cerrar los ojos e imaginar por
dónde la lleva, qué camino ha escogido, qué calles cruzan. De repente, se
detienen. Bea abre los ojos y se da cuenta de que su novio la ha llevado a casa.
No entiende demasiado bien cuál es el plan. « Igual quiere conocer a mi
madre» . Entonces Sergio se sincera:
—¿Te importa si esta noche no hacemos nada? Estoy cansado, y necesito un
poco de espacio.
—¿« Espacio» ? ¿Qué quieres decir? —pregunta la chica con recelo.
—Que hoy me apetece estar solo.
—Bueno, como quieras —responde ella, rebotada—. Pero no entiendo a la
gente que prefiere estar sola que con alguien que le gusta.
—Si te dijera que tengo que trabajar, ¿te quedarías más tranquila?
—Pues sí —contesta Bea con algo de retintín.
—Pues esta noche necesito pintar. Llevo días sin hacerlo.
—¿Eso es un trabajo?
—No. Eso es mi vida. Me duele que no me entiendas.
Sergio coge la moto y deja a Bea con la palabra en la boca.
En el Texas
Silvia ya se ha comprado la entrada y las palomitas, y está en la tercera fila
esperando que empiece la película. Se siente muy bien. Ir sola al cine le gusta
muchísimo. La ayuda a concentrarse y de alguna manera se siente
independiente. Está feliz por su amiga Ana, y sigue pensando que Bea y Sergio
no pegan ni con cola. El cine está bastante lleno. Casi todos son grupitos y
parejitas. Pocas personas van solas. Se vuelve y observa a la gente, fantasea con
que conocerá a un chico guapo que también habrá ido solo al cine, y que se
enamorarán. Hay una pareja de ancianos, un grupito de treintañeros, dos
familias, otra parejita, y un chico que se parece a Sergio. « ¡No puede ser!» ,
piensa Silvia, y se encoge en su butaca intentando esconderse. « ¿Será posible que
Sergio se haya venido al cine… por mí?» , se pregunta.
No se lo puede creer. No tiene claro si es su imaginación que le ha jugado una
mala pasada, o si Sergio era realmente el chico de la fila siete.
Se va a pasar toda la película con un nudo en el estómago.