Page 262 - Abrázame Fuerte
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En la sala de maquillaje
      Por fin llega el turno de Marcos y Estela en la sala de maquillaje. La chica se ha
      puesto un kimono japonés de color rojo. Él no se ha cambiado. Con tantas cosas
      en la cabeza no ha pensado en el vestuario. Tampoco es que le importe mucho.
        Dos  maquilladoras  con  peinados  muy  modernos  les  maquillan  con  unas
      pistolas de aire comprimido. Éstas lanzan aire con polvos de maquillaje. Marcos
      está muy blanco y muy callado. En cambio, Estela se siente muy feliz. Había
      soñado un millón de veces con vivir una experiencia como esta.
        De repente, mientras la maquilladora del chico está ultimando su trabajo, éste
      siente un gran retortijón en el estómago. Como empujado por un resorte, salta de
      la silla.
        —¿Dónde está el lavabo? ¡Rápido!
        Marcos  sale  corriendo  en  cuanto  las  maquilladoras  se  lo  indican.  Estela  se
      queda inquieta, mirando la puerta por la que ha huido su compañero.
        —No es la primera vez que pasa. No te preocupes, chica —la tranquiliza la
      maquilladora de Marcos—. Por algún lado tienen que salir los nervios…
        Estela calla y asiente. Tampoco se encuentra muy bien ahora. El aire de la
      pistola  de  maquillaje  le  molesta  muchísimo.  Aunque  la  están  poniendo
      guapísima.  Detrás  de  ella,  una  peluquera  profesional  examina  sus  rastas  y,
      aprovechando su vestimenta oriental, le propone hacerle un moño.
        —Un peinado al estilo oriental te quedará estupendo, ya verás… —comenta
      la mujer, sin ni siquiera mirarla a los ojos. Eso molesta a Estela.
        —No,  no,  no…  Quiero  el  cabello  suelto,  natural,  así,  con  mis  rastas.  Tal  y
      como he venido.
        —Como quieras. Tú misma.
        Marcos  vuelve  a  los  cinco  minutos.  Estela  comprueba  aliviada  que  ha
      recuperado el color.
        —¿Estás bien? —confirma ella, mirando a su compañero por el reflejo del
      espejo.
        —Sí, es que no podía aguantar —responde el muchacho, avergonzado. Luego
      se dirige a la chica que le estaba maquillando—. Perdón… y gracias.
        —No  os  preocupéis,  que  todo  va  a  salir  bien  —contesta  la  maquilladora
      comprensiva, pues entiende a la perfección los nervios de los chicos y, como ha
      dicho, no es la primera vez que ocurre algo así.
        Entonces el móvil de Estela empieza a sonar repetidamente. Son mensajes
      entrantes. Marcos la mira extrañado. La chica busca en el bolsillo de su kimono.
      Tiene ¡dieciocho mensajes no leídos! Los abre de uno en uno. Son los mensajes
      de la gente del Piccolino. Todos son de apoyo y ánimos, y algunos incluyen fotos
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