Page 263 - Abrázame Fuerte
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de la fiesta. Estela se las enseña a Marcos, quien no puede creer la que se ha
      montado en el bar.
        —Ya  te  dije  que  habría  sido  mejor  que  fuéramos  allí…  —responde  él,
      resoplando.
        —¿Te estás echando atrás? —le sonríe Estela burlona—. Cagueta…
        El chico se toca la barriga. ¿Es que van a volver los retortijones?
        —Creo  que…  ahora  vuelvo…  —Se  levanta  de  la  silla  de  maquillaje  por
      segunda vez. La maquilladora sonríe a Estela.
        —Está cagado… —comenta ésta, muerta de risa.
        —Ay, los nervios… —responde la maquilladora—. ¿Tú estás bien?
        —¿Yo? No me puedo ni mover…
      Mientras, en el bar Piccolino
      —¡¡¡CALLAAAD,  ESTÁ  A  PUNTO  DE  EMPEZAAR!!!  —Ana,  atenta  al
      televisor, quiere dirigir la atención hacia el programa para que todos disfruten del
      evento televisivo del año. ¡Una amiga no sale por la tele todos los días!
        Silvia está sentada a la barra. Sin querer, piensa en la noche que pasó con
      Nacho en el Labrador. Estaba sentada en la misma posición, pero ahora se siente
      mucho mejor consigo misma.
        Sergio se acerca a ella. La chica mira su cerveza con limón para evitar el
      contacto visual, pero el chico lo tiene muy claro.
        —¿Tienes un momento? —le pregunta.
        —Es que ahora va a empezar…
        —Será sólo un momento, Silvia, créeme. —El chico la mira fijamente a los
      ojos—. Estaré en la terraza. Te espero allí, ¿vale?
        Ella ni confirma ni desmiente. Sergio se marcha.
        « ¿Qué hago? —piensa Silvia mientras busca a Bea con la mirada. Su amiga
      está sentada junto a Miguel. Ambos están investigando las funciones de su nuevo
      móvil—. Voy a ver qué le pasa, pero como Bea me vea, me mata…» . Silvia se
      levanta del taburete.
        —Guárdame el sitio. Voy al baño y vuelvo —le dice al chico que tiene al
      lado. Está intentando guardarse las espaldas. Si sus amigas preguntan por ella, al
      menos el chaval sabrá qué responder, aunque sea una mentira.
        Con  aire  despreocupado,  Silvia  se  desliza  entre  el  gentío  para  no  llamar  la
      atención. Cuando sale del bar busca en la terraza, pero no hay nadie.
        —¡Shhhht!  —Sergio  la  llama  desde  la  esquina.  Silvia  camina  hacia  él
      lentamente. « ¿Qué querrá? ¡Por Dios, qué nervios!» .
        —Dime… ¿Qué quieres? —Silvia es directa.
        Sergio parece nervioso. Apenas se aguanta con las muletas.
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