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l) Octavio Paz, junio 5, 1963
Embajada de México
Kabul, a 5 de junio de 1963
Alejandra:
Tus cartas me acompañan en mis andanzas. Espero siempre, en un alto, escribirte.
Desde Vitatmandú te puse unas líneas, en una tarjeta. Hoy, desde Kabul, pretendo escribirte en forma
más coherente. No sé si lo consiga. En el jardín del hotel hay una fiesta bastante ridícula – pero una
orquesta toca sin cesar música ayana. Si cierro los ojos, me parece que estoy en Kabul.
Nada te contaré de mis viajes. Bona tal vez – mejor dicho: seguramente te hará relatos
más encendidos y animados a su regreso a Paris (Ayer salió de aquí, terminada su visita…). En realidad,
yo te quería escribir a propósito de tu libro. No sé si pueda. Sólo te diré que a pesar d que lo había leído
varias veces manuscrito, al leerlo de nuevo, ya impreso, me produjo una impresión difícil de definir…
(iba a escribir “inefable” pero es una palabra gastada). Lo he leído y releído varias veces. Diría que es
“perfecto” sólo que, ya sabemos “la imperfección es la cima”. Ore, que las zonas de silencio – como el
espacio, nunca vacío en los buenos cuadros, aunque no haya nada sino un poco de color, una vibración –
las zonas no dichas, pero, en cierto modo: dichas, apuntadas, enviadas y convocadas – son tal vez lo
mejor de tu libro. Todas las palabras puntan, dicen ese silencio esencial – como todos los colores se
precipitan hacia un blanco único, total. No sé si me explico. En fin, pocas veces en tan poco número de
páginas se ha consabido tanta poesía. Te confieso que cuando escribí mi “prólogo” (llamémoslo así) me
sorprendió la transparencia de tus poemas pero apenas sospeché que esa transparencia a veces se
adelgaza tanto que nos hace rozar (casi palpar, ver y ver) lo evidente, lo que es. Lo evidente sin
pretensión filosófica, lo que es sin demostración – como en algún cuadro holandés y, sobre todo, como
en ciertos momentos de Chinico o Hill. (Su comparación con la música nos llevaría al Oriente). No estoy
nada descontento con mi pequeño texto, al contrario, me gusta mucho – pero es poca cosa al lado de tus
poemas ¡Qué artificiosa me parece la “simplicidad” de muchos poetas – pienso en Giménez y en Eluard
– cerca de algunas líneas tuyas! Lo que me causa mayor admiración: no hay diferencia entre la palabra y
el silencio. La palabra, cada palabra está impregnada, bañada de silencio; y el silencio no es negación de
la palabra. Cada página es un todo sensible –como nos munes que, tocados por la luz se animan y nos
producen una suerte de pasmo, un anabo, tal vez la evidencia del carácter sobrenatural de la realidad.
No, no Zona prohibida (reminiscencias literarias) sino la otra zona, la región de hielo y luz de la altura. De
pronto, cesó la música. Se fueron los invitados. El jardín se quedó solo. Desde mi ventana -me levanté
para comerme una ciruela- se ve el cerro casi negro, cambia el cielo azul, vibrante. Son las siete. Esta
tarde, este silencio – y hasta la ciruela – se parecen a tu libro. Ahora habrá que levantarme, ir a cenar,
hablar – en suma, lo que llaman vivir. Tu libro ya pertenece a la otra zona, a la verdadera, a la de la
verdad,
Octavio
¡Naturalmente olvidé decirte que tu artículo sobre Salamandra me gustó (y algo más)! Gracias, gracias,
gracias…
En cuanto llegue a Delhi (a fines de este mes) te enviaré una lista de gente que convendría que
leyesen tu libro…
Saluda a Julio y a su mujer. Quise ponerles una tarjeta pero no tengo conmigo la dirección…
m) André, P(ierre) M(andiargues), n.d. 1 pp. (In Franch tanslated here to Spanish)
Querida Alejandra.: Te hemos extrañado ayer en la Exposición de Metcalf (que yo encuentro muy
Alejandra Pizarnik - An Archive