Page 1037 - El Señor de los Anillos
P. 1037

vislumbró una forma o una sombra negra que saltaba entre las rocas un poco
      más lejos, cerca del escondite de Frodo. Reprimiendo un grito, bajó de un brinco
      del  manantial  y  corrió  saltando  de  piedra  en  piedra.  Era  una  criatura  astuta,
      difícil  de  ver,  pero  Sam  tenía  pocas  dudas:  no  pensaba  en  otra  cosa  que  en
      retorcerle  el  pescuezo.  Pero  la  criatura  lo  oyó  acercarse,  y  se  escabulló
      alejándose de prisa. Sam creyó ver por último que la forma se asomaba al borde
      del precipicio oriental, antes de esconder la cabeza y desaparecer.
        —¡Bueno, la suerte no me abandonó —murmuró Sam—, pero por un pelo!
      ¡Como si no bastara que haya orcos por millares, tenía que venir a meter la nariz
      ese bribón maloliente! ¡Ojalá lo hubieran liquidado!
        Se sentó junto a Frodo y no lo despertó; pero no se atrevió a echarse a dormir.
      Por  fin,  cuando  sintió  que  se  le  cerraban  los  ojos  y  supo  que  no  podía  seguir
      luchando  por  mantenerse  despierto  mucho  tiempo  más,  despertó  a  Frodo
      tocándolo apenas.
        —Me temo que ese Gollum anda rondando otra vez, señor Frodo —dijo—. O
      al menos, si no era él, quiere decir que tiene un doble. Salí a buscar un poco de
      agua  y  lo  descubrí  husmeando  por  los  alrededores  justo  cuando  volvía.  Me
      parece  que  no  es  prudente  que  ambos  durmamos  al  mismo  tiempo,  y  con  el
      perdón de usted, no puedo tener los ojos abiertos un minuto más.
        —¡Bendito  seas,  Sam!  —le  dijo  Frodo—.  ¡Acuéstate  y  duerme  cuanto
      necesites! Pero yo prefiero a Gollum antes que a los orcos. En todo caso no nos
      entregará… a menos que lo capturen.
        —Pero podría tratar de robar y asesinar por cuenta propia —gruñó Sam—.
      ¡Mantenga los ojos bien abiertos, señor Frodo! Hay una botella llena de agua.
      Beba usted. Podemos volverla a llenar cuando nos vayamos. —Y con esto Sam
      se hundió en el sueño.
      La luz se extinguía cuando despertó. Frodo estaba sentado contra una roca, pero
      se había quedado dormido. La botella de agua estaba vacía. No había señales de
      Gollum.
        Había  vuelto  la  oscuridad  de  Mordor;  y  cuando  los  hobbits  se  pusieron
      nuevamente  en  marcha  en  la  etapa  más  peligrosa  del  viaje,  los  fuegos  de  los
      vivaques  ardían  en  las  alturas  feroces  y  rojos.  Fueron  primero  al  pequeño
      manantial, y luego, trepando con cautela llegaron al camino en el punto en que
      doblaba hacia el este y la Garganta de Hierro, ahora a veinte millas de distancia.
      No  era  un  camino  ancho,  y  no  tenía  ni  muro  ni  parapeto,  y  a  medida  que
      avanzaba, la caída a pique a lo largo del borde era cada vez más profunda. No
      oían que nada se moviera, y luego de escuchar un rato partieron con paso firme
      rumbo al este.
        Después  de  unas  doce  millas  de  marcha,  se  detuvieron.  Detrás,  el  camino
      describía  una  ligera  curva  hacia  el  norte,  y  las  tierras  que  acababan  de  dejar
   1032   1033   1034   1035   1036   1037   1038   1039   1040   1041   1042