Page 1040 - El Señor de los Anillos
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los  muros,  llegaron  simultáneamente  varias  compañías.  Hubo  encontronazos
      violentos y una gran confusión, y gritos y maldiciones, porque cada compañía
      trataba de ser la primera en llegar a la puerta y al final de la marcha. A pesar de
      los gritos de los cabecillas y del chasquido de los látigos, hubo escaramuzas, y
      algunas  espadas  se  desenvainaron.  Una  tropa  de  uruks  de  Barad-dûr  armados
      hasta los dientes atacó a los Durthang, desordenando las filas.
        Aturdido como estaba por el dolor y el cansancio, Sam se despabiló de golpe,
      y aprovechando en seguida la ocasión se arrojó al suelo, arrastrando a Frodo.
      Lentamente, a cuatro patas y a la rastra, los hobbits se alejaron del tumulto, hasta
      que por fin y sin que nadie los viera llegaron a la orilla opuesta del camino y
      trepándose a una especie de parapeto bajo destinado a orientar a los guías de las
      tropas en las noches oscuras o brumosas, se dejaron caer al otro lado.
        Durante  un  rato  permanecieron  inmóviles.  La  oscuridad  era  demasiado
      impenetrable para buscar un refugio, si había alguno en aquel lugar; pero Sam
      tenía la impresión de que les convenía en todo caso alejarse un poco más de las
      carreteras principales y de la luz de las antorchas.
        —¡Vamos, señor Frodo! —murmuró—. Arrástrese usted un poquito más, y
      en seguida podrá descansar.
        Con  un  último  esfuerzo  desesperado,  Frodo  se  apoyó  sobre  las  manos  y
      avanzó  unas  veinte  yardas.  Y  entonces  cayó  en  un  pozo  poco  profundo  que
      inesperadamente se abrió delante de ellos, y allí permaneció inmóvil como un
      cuerpo sin vida.
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