Page 310 - El Señor de los Anillos
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esas montañas en muchas obras de metal y de piedra y en muchas canciones e
historias. Se alzan muy altas en nuestros sueños: Baraz, Zirak, Shathûr.
» Sólo las vi una vez de lejos en la vigilia, pero las conozco y sé cómo se
llaman, pues debajo de ellas está Khazad-dûm, la Mina del Enano, que ahora:
llaman el Pozo Oscuro, Moria en la lengua élfica. Más allá se encuentra
Barazinbar, el Cuerno Rojo, el cruel Caradhras; y aún más allá el Cuerno de
Plata y el Monte Nuboso: Celebdil el Blanco y Fanuidhol el Gris, que nosotros
llamamos Zirak-zigil y Bundushathûr.
» Allí las Montañas Nubladas se dividen y entre los dos brazos se extiende el
valle profundo y oscuro que no podemos olvidar: Azanulbizar, el Valle del
Arroyo Sombrío, que los elfos llaman Nanduhirion.
—Hacia ese valle vamos —dijo Gandalf—. Si subimos por el paso llamado la
Puerta del Cuerno Rojo, en la falda opuesta del Caradhras, descenderemos por la
Escalera del Arroyo Sombrío al valle profundo de los enanos; allí se encuentran
el Lago Espejo y los helados manantiales del Cauce de Plata.
—Oscura es el agua del Kheled-zâram —dijo Gimli— y frías son las fuentes
del Kibil-nâla. Se me encoge el corazón pensando que los veré pronto.
—Que esa visión te traiga alguna alegría, mi querido enano —dijo Gandalf—.
Pero hagas lo que hagas, no podremos quedarnos en ese valle. Tenemos que
seguir el Cauce de Plata aguas abajo hasta los bosques secretos y así hasta el Río
Grande y luego…
Hizo una pausa.
—Sí, ¿y luego qué? —preguntó Merry.
—Hacia nuestro destino, el fin del viaje —dijo Gandalf—. No podemos mirar
demasiado adelante. Alegrémonos de que la primera etapa haya quedado
felizmente atrás. Creo que descansaremos aquí, no sólo hoy sino también esta
noche. El aire de Acebeda tiene algo de sano. Muchos males han de caer sobre
un país para que olvide del todo a los elfos, si alguna vez vivieron ahí.
—Es cierto —dijo Legolas—. Pero los elfos de esta tierra no eran gente de los
bosques como nosotros, y los árboles y la hierba no los recuerdan. Sólo oigo el
lamento de las piedras, que todavía los lloran: Profundamente cavaron en
nosotras, bellamente nos trabajaron, altas nos erigieron; pero han desaparecido.
Han desaparecido. Fueron en busca de los puertos mucho tiempo atrás.
Aquella mañana encendieron un fuego en un hueco profundo, velado por grandes
macizos de acebos, y por vez primera desde que dejaran Rivendel tuvieron un
almuerzo-desayuno feliz. No corrieron en seguida a la cama, pues esperaban
tener toda la noche para dormir y no partirían de nuevo hasta la noche del día
siguiente. Sólo Aragorn guardaba silencio, inquieto. Al cabo de un rato dejó la
Compañía y caminó hasta el borde del hoyo; allí se quedó a la sombra de un