Page 311 - El Señor de los Anillos
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árbol, mirando al sur y al oeste, con la cabeza ladeada como si estuviera
escuchando. Luego se volvió y miró a los otros que reían y charlaban.
—¿Qué pasa, Trancos? —llamó Merry—. ¿Qué estás buscando? ¿Echas de
menos el Viento del Este?
—No por cierto —respondió Trancos—. Pero algo echo de menos. He estado
en el país de Acebeda en muchas estaciones. Ninguna gente las habita ahora,
pero hay animales que viven aquí en todas las épocas, especialmente pájaros.
Ahora sin embargo todo está callado, excepto vosotros. Puedo sentirlo. No hay
ningún sonido en muchas millas a la redonda y vuestras voces resuenan como un
eco. No lo entiendo.
Gandalf alzó la vista con repentino interés.
—¿Cuál crees que sea la razón? —preguntó—. ¿Habría otra aparte de la
sorpresa de ver a cuatro hobbits, para no mencionar el resto, en sitios donde no se
ve ni se oye a casi nadie?
—Ojalá sea así —respondió Trancos—. Pero tengo una impresión de
acechanza y temor que nunca conocí aquí antes.
—Entonces tenemos que cuidarnos —dijo Gandalf—. Si traes a un montaraz
contigo, es bueno prestarle atención, más aún si el montaraz es Aragorn. No
hablemos en voz alta. Descansemos tranquilos y vigilemos.
Ese día le tocaba a Sam hacer la primera guardia, pero Aragorn se le unió. Los
otros se durmieron. Luego el silencio creció de tal modo que hasta Sam lo
advirtió. La respiración de los que dormían podía oírse claramente. Los meneos
de la cola del poney y los ocasionales movimientos de los cascos se convirtieron
en fuertes ruidos. Sam se movía y alcanzaba a oír cómo le crujían las
articulaciones. Un silencio de muerte reinaba alrededor y por encima del todo se
extendía un cielo azul y claro, mientras el sol ascendía en el este. A lo lejos, en el
sur, apareció una mancha oscura que creció y fue hacia el norte como un humo
llevado por el viento.
—¿Qué es eso, Trancos? No parece una nube —le susurró Sam a Aragorn.
Aragorn no respondió; tenía los ojos clavados en el cielo. Pero Sam no tardó
en reconocer lo que se acercaba. Bandadas de pájaros, que volaban muy
rápidamente y en círculos, yendo de un lado a otro, como buscando algo; y
estaban cada vez más próximas.
—¡Échate al suelo y no te muevas! —siseó Aragorn, arrastrando a Sam a la
sombra de una mata de acebos—, pues todo un regimiento de pájaros acababa
de desprenderse de la bandada principal y se acercaba volando bajo. Sam pensó
que eran una especie de grandes cuervos. Mientras pasaban sobre la loma, en
una columna tan apretada que la sombra los seguía oscuramente por el suelo, se
oyó un único y ronco graznido.
No hasta que los pájaros hubieron desaparecido en la distancia, al norte y al