Page 316 - El Señor de los Anillos
P. 316
rodando desde las alturas ocultas.
—No podemos avanzar más esta noche —dijo Boromir—. Que llamen a esto
el viento, si así lo desean; hay voces siniestras en el aire y estas piedras están
dirigidas contra nosotros.
—Yo lo llamaré el viento —dijo Aragorn—. Pero eso no quita que hayas
dicho la verdad. Hay muchas cosas malignas y hostiles en el mundo que tienen
poca simpatía por quienes andan en dos patas; sin embargo no son cómplices de
Sauron y tienen sus propios motivos. Algunas estaban en este mundo mucho antes
que él.
—Caradhras era llamado el Cruel y tenía mala reputación —dijo Gimli—
hace ya muchos años, cuando aún no se había oído de Sauron en estas tierras.
—Importa poco quién es el enemigo, si no podemos rechazarlo —dijo
Gandalf.
—¿Pero qué haremos? —exclamó Pippin, desesperado.
Se había apoyado en Merry y Frodo y temblaba de pies a cabeza.
—O nos detenemos aquí mismo, o retrocedemos —dijo Gandalf—. No
conviene continuar. Apenas un poco más arriba, si mal no recuerdo, el sendero
deja el acantilado y corre por una ancha hondonada al pie de una pendiente larga
y abrupta. Nada nos defenderá allí de la nieve, o las piedras, o cualquier otra
cosa.
—Y no conviene volver mientras arrecia la tormenta —dijo Aragorn—. No
hemos pasado hasta ahora por ningún sitio que nos ofrezca un refugio mejor.
—¡Refugio! —murmuró Sam—. Si esto es un refugio, entonces una pared sin
techo es una casa.
La Compañía se apretó todo lo posible contra la pared de roca. Miraba al sur y
cerca del suelo sobresalía un poco y ellos esperaban que los protegiera del viento
del norte y las piedras que caían. Pero las ráfagas se arremolinaban alrededor y
la nieve descendía en nubes cada vez más espesas.
Estaban todos juntos, de espaldas a la pared. Bill el poney se mantenía en pie
pacientemente pero con aire abatido frente a los hobbits, resguardándolos un
poco; la nieve amontonada no tardó en llegarle a los corvejones y seguía
subiendo. Si no hubiesen tenido compañeros de mayor tamaño, los hobbits
habrían quedado pronto sepultados bajo la nieve.
Una gran somnolencia cayó sobre Frodo, y sintió que se hundía en un sueño
tibio y confuso. Pensó que un fuego le calentaba los pies, y desde las sombras al
otro lado de las llamas le llegó la voz de Bilbo: No me parece gran cosa tu diario,
dijo. Tormentas de nieve el doce de enero. No había necesidad de volver para
traer esa noticia.
Pero yo quería descansar y dormir, Bilbo, respondió Frodo con un esfuerzo;