Page 314 - El Señor de los Anillos
P. 314
—Tenemos que decidirnos antes de continuar —respondió Gandalf.
—Entonces consideremos ahora el asunto, mientras los otros descansan y
duermen —dijo Aragorn.
Al atardecer, mientras los demás concluían el desayuno, Gandalf y Aragorn se
hicieron a un lado y se quedaron mirando el Caradhras. Los flancos parecían
ahora sombríos y lúgubres y había una nube sobre la cima. Frodo los observaba,
preguntándose qué rumbos tomaría la discusión. Por fin los dos volvieron al grupo
y Gandalf habló y Frodo supo que habían decidido enfrentar el mal tiempo y los
peligros del paso. Se sintió aliviado. No imaginaba qué podía ser ese otro camino,
oscuro y secreto, pero había bastado que Gandalf lo mencionase para que
Aragorn pareciera espantado. Era una suerte que hubieran abandonado ese plan.
—Por los signos que hemos visto últimamente —dijo Gandalf—, temo que
estén vigilando la entrada del Cuerno Rojo, y tengo mis dudas sobre el tiempo
que está preparándose ahí detrás. Puede haber nieve. Tenemos que viajar lo más
rápido posible. Aun así necesitaremos dos jornadas de marcha para llegar a la
cima del paso. Hoy oscurecerá pronto. Partiremos en cuanto estéis listos.
—Yo añadiría una pequeña advertencia, si se me permite —dijo Boromir—.
Nací a la sombra de las Montañas Blancas y algo sé de viajes por las alturas.
Antes de descender del otro lado, encontraremos un frío penetrante, si no peor.
De nada servirá ocultarnos hasta morir de frío. Cuando dejemos este lugar,
donde hay todavía unos pocos árboles y arbustos, cada uno de nosotros ha de
llevar un haz de leña, tan grande como le sea posible.
—Y Bill podrá llevar un poco más, ¿no es cierto, compañero? —dijo Sam.
El poney lo miró con aire de pesadumbre.
—Muy bien —dijo Gandalf—. Pero no usaremos la leña… no mientras no
haya que elegir entre el fuego y la muerte.
La Compañía se puso de nuevo en marcha, muy rápidamente al principio; pero
pronto el sendero se hizo abrupto y dificultoso; serpeaba una y otra vez subiendo
siempre y en algunos lugares casi desaparecía entre muchas piedras caídas. La
noche estaba oscura, bajo un cielo nublado. Un viento helado se abría paso entre
las rocas. A medianoche habían llegado a las faldas de las grandes montañas. El
estrecho sendero bordeaba ahora una pared de acantilados a la izquierda y sobre
esa pared los flancos siniestros del Caradhras subían perdiéndose en la oscuridad;
a la derecha se abría un abismo de negrura en el sitio en que el terreno caía a
pique en una profunda hondonada.
Treparon trabajosamente por una cuesta empinada y se detuvieron arriba un
momento. Frodo sintió que algo blando le tocaba la mejilla. Extendió el brazo y
vio que unos diminutos copos de nieve se le posaban en la manga.