Page 373 - El Señor de los Anillos
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Mientras Gimli y los dos hobbits más jóvenes encendían un fuego con ramas
y hojas de abeto y traían agua, Aragorn atendió a Sam y a Frodo. La herida de
Sam no era profunda, pero tenía mal aspecto y Aragorn la examinó con aire
grave. Al cabo de un rato alzó los ojos aliviado.
—¡Buena suerte, Sam! —dijo—. Muchos han recibido heridas peores como
prenda por haber abatido al primer orco. La herida no está envenenada, como
ocurre demasiado a menudo con las provocadas por estas armas. Cicatrizará
bien, una vez que la hayamos atendido. Báñala, cuando Gimli haya calentado un
poco de agua.
Abrió un saquito y sacó unas hojas marchitas.
—Están secas y han perdido algunas de sus virtudes —dijo—, pero aún tengo
aquí algunas de las hojas de athelas que junté cerca de la Cima de los Vientos.
Machaca una en agua y lávate la herida y luego te vendaré. ¡Ahora te toca a ti,
Frodo!
—¡Yo estoy bien! —dijo Frodo, con pocas ganas de que le tocaran las ropas
—. Todo lo que necesito es comida y descansar un rato.
—¡No! —dijo Aragorn—. Tenemos que mirar y ver qué te han hecho el
martillo y el yunque. Todavía me maravilla que estés vivo.
Le quitó a Frodo lentamente la vieja chaqueta y la túnica gastada y ahogó un
grito, sorprendido. En seguida se rió. El corselete de plata relumbraba ante él
como la luz sobre un mar ondulado. La sacó con cuidado y la alzó, y las gemas
de la malla refulgieron como estrellas y el tintineo de los anillos era como el
golpeteo de una lluvia en un estanque.
—¡Mirad, amigos míos! —llamó—. ¡He aquí una hermosa piel de hobbit que
serviría para envolver a un pequeño príncipe elfo! Si se supiera que los hobbits
tienen cueros semejantes, todos los cazadores de la Tierra Media ya estarían
cabalgando hacia la Comarca.
—Y todas las flechas de todos los cazadores del mundo serían inútiles —dijo
Gimli, observando boquiabierto la malla—. Es una cota de mithril. ¡Mithril!
Nunca vi ni oí hablar de una malla tan hermosa. ¿Es la misma de la que hablaba
Gandalf? Entonces no la estimó en todo lo que vale. ¡Pero ha sido bien dada!
—Me pregunté a menudo qué hacías tú y Bilbo, tan juntos en ese cuartito —
dijo Merry—. ¡Bendito sea el viejo hobbit! Lo quiero más que nunca. ¡Ojalá
tengamos una oportunidad de contárselo!
En el costado derecho y en el pecho de Frodo había un moretón ennegrecido.
Frodo había llevado bajo la malla una camisa de cuero blando, pero en un punto
los anillos habían atravesado la camisa clavándose en la carne. El lado izquierdo
de Frodo que había golpeado la pared estaba también lastimado y contuso.
Mientras los otros preparaban la comida, Aragorn bañó las heridas con agua
donde habían macerado unas hojas de athelas. Una fragancia penetrante flotó en
la hondonada y todos los que se inclinaban sobre el agua humeante se sintieron