Page 374 - El Señor de los Anillos
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refrescados  y  fortalecidos.  Frodo  notó  pronto  que  se  le  iba  el  dolor  y  que
      respiraba con mayor facilidad; aunque se sintió anquilosado y dolorido durante
      muchos días. Aragorn le sujetó al costado unas blandas almohadillas de tela.
        —La malla es extraordinariamente liviana —dijo—. Póntela de nuevo, si la
      soportas. Me alegra de veras saber que llevas una cota semejante. No te la quites,
      ni aún para dormir, a no ser que la fortuna te lleve a algún lugar donde no corras
      ningún peligro y eso no será muy frecuente mientras dure tu misión.
      Luego  de  comer,  la  Compañía  se  preparó  para  partir.  Apagaron  el  fuego  y
      borraron todas las huellas. Trepando fuera de la hondonada volvieron al camino.
      No habían andado mucho cuando el sol se puso detrás de las alturas del oeste y
      unas grandes sombras descendieron por las faldas de los montes. El crepúsculo
      les velaba los pies y una niebla se alzó en las tierras bajas. Lejos en el este la luz
      pálida del anochecer se extendía sobre unos territorios indistintos de bosques y
      llanuras. Sam y Frodo que se sentían ahora aliviados y reanimados iban a buen
      paso  y  con  sólo  un  breve  descanso  Aragorn  guió  a  la  Compañía  durante  tres
      horas más.
        Había oscurecido. Era ya de noche y había muchas estrellas claras, pero la
      luna  menguante  no  se  vería  hasta  más  tarde.  Gimli  y  Frodo  marchaban  a  la
      retaguardia, sin hablar, prestando atención a cualquier sonido que pudiera oírse
      detrás en el camino. Al fin Gimli rompió el silencio.
        —Ningún sonido, excepto el viento —dijo—. No hay nada rondando, o mis
      oídos  son  de  madera.  Esperemos  que  los  orcos  hayan  quedado  contentos
      echándonos de Moria. Y quizá no pretendían nada más, no tenían otra cosa que
      hacer con nosotros… con el Anillo. Aunque los orcos persiguen a menudo a los
      enemigos a campo abierto y durante muchas leguas, si tienen que vengar a un
      capitán.
        Frodo no respondió. Le echó una mirada a Dardo y la hoja tenía un brillo
      opaco. Sin embargo había oído algo, o había creído oír algo. Tan pronto como las
      sombras cayeran alrededor ocultando el camino, había oído otra vez el rápido
      rumor de unas pisadas. Aún ahora lo oía. Se volvió bruscamente. Detrás de él
      había dos diminutos puntos de luz, o creyó ver dos puntos de luz, pero en seguida
      se movieron a un lado y desaparecieron.
        —¿Qué pasa? —preguntó el enano.
        —No sé —respondió Frodo—. Creí oír el sonido de unos pasos y creí ver una
      luz… como ojos. Me ocurrió muchas veces, desde que salimos de Moria.
        Gimli se detuvo y se inclinó hacia el suelo.
        —No oigo nada sino la conversación nocturna de las plantas y las piedras —
      dijo—. ¡Vamos! ¡De prisa! Los otros ya no se ven.
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