Page 379 - El Señor de los Anillos
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La Compañía dejó ahora el sendero y se internó en las sombras más profundas
      del bosque, hacia el oeste, a lo largo del arroyo montañoso que se alejaba del
      Cauce  de  Plata.  No  lejos  de  los  saltos  de  Nimrodel  encontraron  un  grupo  de
      árboles, que en algunos sitios se inclinaban sobre el río. Los grandes troncos grises
      eran muy gruesos, pero nadie supo decir qué altura tenían.
        —Subiré —dijo Legolas—. Me siento en casa entre los árboles, junto a las
      raíces o en las ramas, aunque estos árboles son de una familia que no conozco,
      excepto como un nombre en una canción. Mellyrn los llaman y son los que lucen
      flores amarillas, pero nunca subí a uno. Veré ahora qué forma tienen y cómo se
      desarrollan.
        —De cualquier modo —dijo Pippin— tendrían que ser árboles maravillosos si
      pueden ser un sitio de descanso para alguien, además de los pájaros. ¡No puedo
      dormir colgado de una rama!
        —Entonces  cava  un  agujero  en  el  suelo  —dijo  Legolas—,  si  está  más  de
      acuerdo con tus costumbres. Pero tienes que cavar hondo y muy rápido, o no
      escaparás a los orcos.
        Saltando  ágilmente  se  cogió  de  una  rama  que  nacía  del  tronco  a  bastante
      altura  por  encima  de  ellos.  Se  balanceó  allí  un  momento  y  una  voz  habló  de
      pronto desde las sombras altas del árbol.
        —Daro!  —dijo  en  un  tono  perentorio  y  Legolas  se  dejó  caer  al  suelo
      sorprendido y asustado. Se encogió contra el tronco del árbol.
        —¡Quietos todos! —les susurró a los otros—. ¡No os mováis ni habléis!
        Una risa dulce estalló allá arriba y luego otra voz clara habló en una lengua
      élfica. Frodo no entendía mucho de lo que se decía, pues la lengua de la gente
      Silvana del este de las montañas se parecía poco a la del oeste. Legolas levantó la
      cabeza y respondió en la misma lengua.
        —¿Quiénes son y qué dicen? —preguntó Merry.
        —Son elfos —dijo Sam—. ¿No oyes las voces?
        —Sí, son elfos —dijo Legolas— y dicen que respiráis tan fuerte que podrían
      atravesaros con una flecha en la oscuridad. —Sam se llevó rápidamente la mano
      a la boca—.Pero también dicen que no tengáis miedo. Saben que estamos por
      aquí desde hace rato. Oyeron mi voz del otro lado del Nimrodel y supieron que
      yo era de la familia del Norte y por ese motivo no nos impidieron el paso; y
      luego  oyeron  mi  canción.  Ahora  me  invitan  a  que  suba  con  Frodo;  pues  han
      tenido alguna noticia de él y de nuestro viaje. A los otros les dicen que esperen un
      momento y que monten guardia al pie del árbol, hasta que ellos decidan.
        Una escala de cuerda bajó de las sombras; era de color gris plata y brillaba
      en  la  oscuridad,  y  aunque  parecía  delgada  podía  sostener  a  varios  hombres,
      como se comprobó más tarde. Legolas trepó ágilmente y Frodo lo siguió más
      despacio  y  detrás  fue  Sam  tratando  de  no  respirar  con  fuerza.  Las  ramas  del
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