Page 383 - El Señor de los Anillos
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un  centenar  de  modo  que  nos  adelantamos  y  hablamos  con  voces  fingidas
      arrastrándolos al interior del bosque.
        » Orophin  ha  regresado  de  prisa  a  nuestras  moradas  para  advertir  a  los
      nuestros. Ninguno de los orcos saldrá jamás de Lórien. Y habrá muchos elfos
      ocultos en frontera norte antes que caiga otra noche. Pero tenéis que tomar el
      camino del sur tan pronto como amanezca.
      El día asomó pálido en el este. La luz creció y se filtró entre las hojas amarillas
      de los mallorn y a los hobbits les recordó el sol temprano de una fresca mañana
      de estío. Un cielo azul claro se mostraba entre las ramas mecidas por el viento.
      Mirando por una abertura en el lado sur del flet, Frodo vio todo el valle del Cauce
      de Plata extendido como un mar de oro rojizo que ondulaba dulcemente en la
      brisa.
        La mañana había empezado apenas y era fría aún cuando la Compañía se
      puso en camino guiada esta vez por Haldir y su hermano Rúmil.
        —¡Adiós, dulce Nimrodel! —exclamó Legolas. Frodo volvió los ojos y vio un
      brillo de espuma blanca entre los árboles grises—. Adiós —dijo y le parecía que
      nunca oiría otra vez un sonido tan hermoso como el de aquellas aguas, alternando
      para siempre unas notas innumerables en una música que no dejaba de cambiar.
        Regresaron al viejo sendero que iba por la orilla oeste del Cauce de Plata y
      durante un tiempo lo siguieron hacia el sur. Había huellas de orcos en la tierra.
      Pero pronto Haldir se desvió a un lado y se detuvo junto al río a la sombra de los
      árboles.
        —Hay alguien de mi pueblo del otro lado del arroyo, aunque no podéis verlo
      dijo.
        Llamó  silbando  bajo  como  un  pájaro  y  un  elfo  salió  de  un  macizo  de
      arbustos; estaba vestido de gris, pero tenía la capucha echada hacia atrás y los
      cabellos le brillaban como el oro a la luz de la mañana. Haldir arrojó hábilmente
      una cuerda gris por encima del agua y el otro la alcanzó y ató el extremo a un
      árbol cerca de la orilla.
        —El Celebrant es aquí una corriente poderosa, como veis —dijo Haldir—, de
      aguas rápidas y profundas y muy frías. No ponemos el pie en él tan al norte, si
      no es necesario. Pero en estos días de vigilancia no tendemos puentes. He aquí
      cómo cruzamos. ¡Seguidme!
        Amarró el otro extremo de la cuerda a un árbol y luego corrió por encima
      sobre el río y de vuelta, como si estuviese en un camino.
        —Yo  podría  cruzar  así  —dijo  Legolas—,  ¿pero  y  los  otros?  ¿Tendrán  que
      nadar?
        —¡No —dijo Haldir—. Tenemos otras dos cuerdas. Las ataremos por encima
      de  la  otra,  una  a  la  altura  del  hombro  y  la  segunda  a  media  altura  y  los
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