Page 388 - El Señor de los Anillos
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palabras en la lengua de los hobbits. Todo lo que veía tenía una hermosa forma,
      pero todas las formas parecían a la vez claramente delineadas, como si hubiesen
      sido concebidas y dibujadas por primera vez cuando le descubrieron los ojos y
      antiguas  como  si  hubiesen  durado  siempre.  No  veía  otros  colores  que  los
      conocidos, amarillo y blanco y azul y verde, pero eran frescos e intensos, como
      si  los  percibiera  ahora  por  primera  vez  y  les  diera  nombres  nuevos  y
      maravillosos. En un invierno así ningún corazón hubiese podido llorar el verano o
      la  primavera.  En  todo  lo  que  crecía  en  aquella  tierra  no  se  veían  manchas  ni
      enfermedades ni deformidades. En el país de Lórien no había defectos.
        Se volvió y vio que Sam estaba ahora de pie junto a él, mirando alrededor
      con una expresión de perplejidad, frotándose los ojos como si no estuviese seguro
      de estar despierto.
        —Hay sol y es un hermoso día, sin duda —dijo—. Pensé que los elfos no
      amaban  otra  cosa  que  la  luna  y  las  estrellas:  pero  esto  es  más  élfico  que
      cualquier otra cosa que yo haya conocido alguna vez, aun de oídas. Me siento
      como si estuviera dentro de una canción, si usted me entiende. Haldir los miró y
      parecía en verdad que había entendido tanto el pensamiento como las palabras de
      Sam. Sonrió.
        —Estáis sintiendo el poder de la Dama de los Galadrim —les dijo—. ¿Queréis
      trepar conmigo a Cerin Amroth?
        Siguieron  a  Haldir,  que  subía  con  paso  ligero  las  pendientes  cubiertas  de
      hierba. Aunque Frodo caminaba y respiraba y el viento que le tocaba la cara era
      el mismo que movía las hojas y las flores de alrededor, tenía la impresión de
      encontrarse  en  un  país  fuera  del  tiempo,  un  país  que  no  languidecía,  no
      cambiaba,  no  caía  en  el  olvido.  Cuando  volviera  otra  vez  al  mundo  exterior,
      Frodo,  el  viajero  de  la  Comarca,  caminaría  aún  aquí,  sobre  la  hierba  entre  la
      elanor y la niphredil, en la hermosa Lothlórien.
        Entraron en el círculo de árboles blancos. En ese momento el viento del sur
      sopló sobre Cerin Amroth y suspiró entre las ramas. Frodo se detuvo, oyendo a lo
      lejos el rumor del mar en playas que habían desaparecido hacía tiempo y los
      gritos de unos pájaros marinos ya extinguidos en el mundo.
        Haldir se había adelantado y ahora trepaba a la elevada plataforma. Mientras
      Frodo se preparaba para seguirlo, apoyó la mano en el árbol junto a la escala;
      nunca había tenido antes una conciencia tan repentina e intensa de la textura de la
      corteza del árbol y de la vida que había dentro. La madera, que sentía bajo la
      mano, lo deleitaba, pero no como a un leñador o a un carpintero; era el deleite de
      la vida misma del árbol.
        Cuando al fin llegó al flet, Haldir le tomó la mano y lo volvió hacia el sur.
        —¡Mira primero a este lado! —dijo.
        Frodo  miró  y  vio,  todavía  a  cierta  distancia,  una  colina  donde  se  alzaban
      muchos árboles magníficos, o una ciudad de torres verdes, no estaba seguro. De
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