Page 392 - El Señor de los Anillos
P. 392
7
El Espejo de Galadriel
E l sol descendía detrás de las montañas y las sombras crecían en el bosque
cuando se pusieron otra vez en camino. Los senderos pasaban ahora por unos
setos donde la oscuridad ya estaba cerrándose. Mientras marchaban, la noche
cayó bajo los árboles y los elfos descubrieron los faroles de plata.
De pronto salieron otra vez a un claro y se encontraron bajo un pálido cielo
nocturno salpicado por unas pocas estrellas tempranas. Un vasto espacio sin
árboles se extendía ante ellos en un gran círculo abriéndose a los lados. Más allá
había un foso profundo perdido entre las sombras, pero la hierba de las márgenes
era verde, como si brillara aún en memoria del sol que se había ido. Del otro lado
del foso una pared verde se levantaba a gran altura y rodeaba una colina verde
cubierta de los mallorn más altos que hubieran visto hasta entonces en esa región.
Qué altos eran no se podía saber, pero se erguían a la luz del crepúsculo como
torres vivientes. Entre las muchas ramas superpuestas y las hojas que no dejaban
de moverse brillaban innumerables luces, verdes y doradas y plateadas. Haldir
se volvió hacia la Compañía.
—¡Bienvenidos a Caras Galadon! —dijo—. He aquí la ciudad de los
Galadrim donde moran el Señor Celeborn y Galadriel, la Dama de Lórien. Pero
no podemos entrar por aquí pues las puertas no miran al norte. Tenemos que dar
un rodeo hasta el lado sur y habrá que caminar un rato, pues la ciudad es grande.
Del otro lado del foso corría un camino de piedras blancas. Fueron por allí hacia
el este, con la ciudad alzándose siempre a la izquierda como una nube verde; y a
medida que avanzaba la noche, aparecían más luces, hasta que toda la colina
pareció inflamada de estrellas. Llegaron al fin a un puente blanco, y luego de
cruzar se encontraron ante las grandes puertas de la ciudad: miraban al sudoeste,
entre los extremos del muro circular que aquí se superponían, y eran altas y
fuertes y había muchas lámparas.
Haldir golpeó y habló y las puertas se abrieron en silencio, pero Frodo no vio
a ningún guardia. Los viajeros pasaron y las puertas se cerraron detrás. Estaban
en un pasaje profundo entre los dos extremos de la muralla y atravesándolo
rápidamente entraron en la Ciudad de los Arboles. No vieron a nadie ni oyeron
ningún ruido de pasos en los caminos, pero sonaban muchas voces alrededor y en
el aire arriba. Lejos sobre la colina se oía el sonido de unas canciones que caían
de lo alto como una dulce lluvia sobre las hojas.
Recorrieron muchos senderos y subieron muchas escaleras hasta que
llegaron a unos sitios elevados y vieron una fuente que refulgía en un campo de
hierbas. Estaba iluminada por unas linternas de plata que colgaban de las ramas
de los árboles, y el agua caía en un pilón de plata que desbordaba en un arroyo