Page 396 - El Señor de los Anillos
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de  la  Tierra  Media  y  un  dispensador  de  dones  que  superan  los  poderes  de  los
      reyes.  Ha  residido  en  el  oeste  desde  los  tiempos  del  alba  y  he  vivido  con  él
      innumerables años, pues crucé las montañas antes de la caída de Norgothrond o
      Gondolin y juntos hemos combatido durante siglos la larga derrota.
        » Yo  fui  quien  convocó  por  vez  primera  el  Concilio  Blanco,  y  si  hubiera
      podido llevar adelante mis designios, Gandalf el Gris hubiese presidido la reunión
      y quizá las cosas hubieran pasado entonces de otro modo. Pero aún ahora queda
      alguna  esperanza.  No  os  aconsejaré  que  hagáis  esto  o  aquello.  Pues  si  puedo
      ayudaros no será con actos o maquinaciones, O decidiendo que toméis tal o cual
      rumbo, sino por el conocimiento de lo que ha sido y lo que es y en parte de lo que
      será. Pero te diré esto: tu misión marcha ahora por el filo de un cuchillo. Un solo
      paso  en  falso  y  fracasará,  para  ruina  de  todos.  Hay  esperanzas  sin  embargo
      mientras todos los miembros de la Compañía continúen siendo fieles.
        Y con estas palabras los miró a todos y en silencio escrutó el rostro de cada
      uno. Nadie excepto Legolas y Aragorn soportó mucho tiempo esta mirada. Sam
      enrojeció en seguida y bajó la cabeza.
        Por último la Dama Galadriel dejó de observarlos y sonrió.
        —Que vuestros corazones no se turben —dijo—. Esta noche dormiréis en paz.
        En  seguida  ellos  suspiraron  y  se  sintieron  cansados  de  pronto,  como  si
      hubiesen  sido  interrogados  a  fondo  mucho  tiempo,  aunque  no  se  había  dicho
      abiertamente ninguna palabra.
        —Podéis  iros  —dijo  Celeborn—.  El  dolor  y  los  esfuerzos  os  han  agotado.
      Aunque  vuestra  misión  no  nos  concerniese  de  cerca,  podríais  quedaros  en  la
      ciudad  hasta  que  os  sintierais  curados  y  recuperados.  Ahora  id  a  descansar  y
      durante un tiempo no hablaremos de vuestro camino futuro.
      Aquella  noche  la  Compañía  durmió  en  el  suelo,  para  gran  satisfacción  de  los
      hobbits. Los elfos prepararon para ellos un pabellón entre los árboles próximos a
      la fuente y allí pusieron unos lechos mullidos; luego murmuraron palabras de paz
      con dulces voces élficas y los dejaron. Durante un rato los viajeros hablaron de
      cómo habían pasado la noche anterior en las copas de los árboles, de la marcha
      del día, del Señor y de la Dama, pues no estaban todavía en ánimo de mirar más
      atrás.
        —¿Por  qué  enrojeciste,  Sam?  —dijo  Pippin—.  Te  turbaste  en  seguida.
      Cualquiera hubiese pensado que tenías mala conciencia. Espero que no haya sido
      nada peor que un plan retorcido para robarme una manta.
        —Nunca  pensé  nada  semejante  —dijo  Sam  que  no  tenía  ánimos  para
      bromas. Si quiere saberlo, me sentí como si no tuviera nada encima y no me
      gustó. Me pareció que ella estaba mirando dentro de mí y preguntándome qué
      haría yo si ella me diera la posibilidad de volver volando a la Comarca y a un
      bonito y pequeño agujero con un jardincito propio.
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