Page 398 - El Señor de los Anillos
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silvana. Haldir se había despedido de ellos y había vuelto a las defensas del norte,
      muy  vigiladas  ahora  luego  que  la  Compañía  había  traído  aquellas  noticias  de
      Moria. Legolas pasaba muchas horas con los Galadrim y luego de la primera
      noche ya no durmió con sus compañeros, aunque regresaba a comer y hablar
      con ellos. A menudo se llevaba a Gimli para que lo acompañara en algún paseo y
      a los otros les asombró este cambio.
        Ahora,  cuando  los  compañeros  estaban  sentados  o  caminaban  juntos,
      hablaban de Gandalf y todo lo que cada uno había sabido o visto de él les venía
      claramente a la memoria. A medida que se curaban las heridas y el cansancio
      del cuerpo, el dolor de la pérdida de Gandalf se hacía más agudo. A menudo oían
      voces élficas que cantaban cerca y eran canciones que lamentaban la caída del
      mago, pues alcanzaban a oír su nombre entre palabras dulces y tristes que no
      entendían.
        Mithrandir, Mithrandir,  cantaban  los  elfos,  ¡oh Peregrino Gris!  Pues  así  les
      gustaba  llamarlo.  Pero  si  Legolas  estaba  entonces  con  la  Compañía  no  les
      traducía las canciones, diciendo que no se consideraba bastante hábil y que para
      él la pena estaba aún demasiado cerca y era un tema para las lágrimas y no
      todavía para una canción.
        Fue  Frodo  el  primero  que  expresó  su  dolor  en  palabras  titubeantes.  Pocas
      veces sentía el impulso de componer canciones o versos; aun en Rivendel había
      escuchado  y  no  había  cantado  él  mismo,  aunque  recordaba  muchas  cosas  de
      otros. Pero ahora sentado junto a la fuente de Lórien y escuchando las voces de
      los elfos que hablaban de Gandalf, se le ocurrió una canción que a él le parecía
      hermosa, pero cuando trató de repetírsela a Sam sólo quedaron unos fragmentos,
      apagados como un manojo de flores marchitas.
       Cuando la tarde era gris en la Comarca
       se oían sus pasos en la colina;
       y se iba antes del alba
       en silencio a sitios remotos.
       De las Tierras Ásperas a la costa del este,
       del desierto del norte a las lomas del sur,
       por antros de dragones y puertas ocultas
       y bosques oscuros iba a su antojo.
       Con enanos y hobbits, con ellos y con hombres,
       con gentes mortales e inmortales,
       con pájaros en árboles y bestias en madrigueras,
       en lenguas secretas hablaba.
       Una espada mortal, una mano benigna,
       una espalda que la carga doblaba;
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