Page 400 - El Señor de los Anillos
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—Bueno —dijo Sam—, no se ve a nadie trabajando en eso. Ningún fuego de
artificio, como el pobre viejo Gandalf acostumbraba mostrar. Me pregunto por
qué no hemos vuelto a ver al Señor y a la Dama en todos estos días. Se me
ocurre que ella podría hacer algunas cosas maravillosas, si quisiera. ¡Me gustaría
tanto ver alguna magia élfica, señor Frodo!
—A mí no —dijo Frodo—. Estoy satisfecho. Y no echo de menos los fuegos
artificiales de Gandalf, pero sí sus cejas espesas y su cólera y su voz.
—Tiene razón —dijo Sam—. Y no crea que estoy buscando defectos.
Siempre he querido ver un poco de magia, como esa de que se habla en las
viejas historias, pero nunca supe de una tierra mejor que ésta. Es como estar en
casa y de vacaciones al mismo tiempo, si usted me entiende. No quiero irme. De
todos modos, estoy empezando a sentir que si tenemos que irnos lo mejor sería
irse en seguida.
» El trabajo que nunca se empieza es el que más tarda en terminarse, como
decía mi padre. Y no creo que estas gentes puedan ayudarnos mucho más,
magia y no magia. Estoy pensando que cuando dejemos estas tierras
extrañaremos a Gandalf más que nunca.
—Temo que eso sea demasiado cierto, Sam —dijo Frodo—. Sin embargo
espero de veras que antes de irnos podamos ver de nuevo a la Dama de los elfos.
Estaban todavía hablando cuando vieron que la Dama Galadriel se acercaba
como respondiendo a las palabras de Frodo. Alta y blanca y hermosa, caminaba
entre los árboles. No les habló, pero les indicó que se acercaran.
Volviéndose, la Dama Galadriel los condujo hacia las faldas del sur de Caras
Galadon y luego de cruzar una cerca verde y alta entraron en un jardín cerrado.
No tenía árboles y el cielo se abría sobre él. La estrella de la tarde se había
levantado y brillaba como un fuego blanco sobre los bosques del oeste.
Descendiendo por una larga escalera, la Dama entró en una profunda cavidad
verde, por la que corría murmullando la corriente de plata que nacía en la fuente
de la colina. En el fondo de la cavidad, sobre un pedestal bajo, esculpido como un
árbol frondoso, había un pilón de plata, ancho y poco profundo, y al lado un jarro
también de plata.
Galadriel llenó el pilón hasta el borde con agua del arroyo y sopló encima, y
cuando el agua se serenó otra vez les habló a los hobbits.
—He aquí el Espejo de Galadriel —dijo—. Os he traído aquí para que miréis,
si queréis hacerlo.
El aire estaba muy tranquilo y el valle oscuro, y la Dama era alta y pálida.
—¿Qué buscaremos y qué veremos? —preguntó Frodo con un temor
reverente.
—Puedo ordenarle al espejo que revele muchas cosas —respondió ella— y a
algunos puedo mostrarles lo que desean ver. Pero el espejo muestra también
cosas que no se le piden y éstas son a menudo más extrañas y más provechosas