Page 405 - El Señor de los Anillos
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Galadriel alzó la mano y del anillo que llevaba brotó una luz que la iluminó a
      ella sola, dejando todo el resto en la oscuridad. Se irguió ante Frodo y pareció que
      tenía de pronto una altura inconmensurable y una belleza irresistible, adorable y
      tremenda. En seguida dejó caer la mano, y la luz se extinguió y ella rió de nuevo,
      y  he  aquí  que  fue  otra  vez  una  delgada  mujer  elfa,  vestida  sencillamente  de
      blanco, de voz dulce y triste.
        —He  pasado  la  prueba  —dijo—.  Me  iré  empequeñeciendo,  marcharé  al
      oeste y continuaré siendo Galadriel.
      Permanecieron largo rato en silencio. Al fin la Dama habló otra vez.
        —Volvamos  —dijo—.  Tienes  que  partir  en  la  mañana,  pues  ya  hemos
      elegido y las mareas del destino están subiendo.
        —Quisiera  preguntamos  algo  antes  de  partir  —dijo  Frodo—,  algo  que  ya
      quise preguntárselo a Gandalf en Rivendel. Se me ha permitido llevar el Anillo
      Único.  ¿Por  qué  no  puedo  ver  todos  los  otros  y  conocer  los  pensamientos  de
      quienes los usan?
        —No lo has intentado —dijo ella—. Desde que tienes el Anillo sólo te lo has
      puesto  tres  veces.  ¡No  lo  intentes!  Te  destruiría.  ¿No  te  dijo  Gandalf  que  los
      Anillos dan poder de acuerdo con las condiciones de cada poseedor? Antes que
      puedas  utilizar  ese  poder  tendrás  que  ser  mucho  más  fuerte  y  entrenar  tu
      voluntad en el dominio de los otros. Y aun así, como Portador del Anillo y como
      alguien que se lo ha puesto en el dedo y ha visto lo que está oculto, tus ojos han
      llegado a ser penetrantes. Has leído en mis pensamientos más claramente que
      muchos  que  se  titulan  sabios.  Viste  el  Ojo  de  aquel  que  tiene  los  Siete  y  los
      Nueve. ¿Y no reconociste el anillo que llevo en el dedo? ¿Viste tú mi anillo? —
      preguntó volviéndose hacia Sam.
        —No, Señora —respondió Sam—. Para decir la verdad, me preguntaba de
      qué  estaban  hablando.  Vi  una  estrella  a  través  del  dedo  de  usted.  Pero  si  me
      permiten que hable francamente, creo que mi amo tiene razón. Yo desearía que
      tomara  usted  el  Anillo.  Pondría  usted  las  cosas  en  su  lugar.  Impediría  que
      molestasen a mi padre y que lo echaran a la calle. Haría pagar a algunos por los
      sucios trabajos en que han estado metidos.
        —Sí  —dijo  ella—.  Así  sería  al  principio.  Pero  luego  sobrevendrían  otras
      cosas, lamentablemente. No hablemos más. ¡Vamos!
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