Page 409 - El Señor de los Anillos
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donde tendréis que transportarlas. Llegaréis a los rápidos de Sarn Gebir y quizás
      al  fin  a  los  grandes  saltos  de  Rauros  donde  el  Río  cae  atronando  desde  Nen
      Hithoel;  y  hay  otros  peligros.  Las  embarcaciones  harán  que  vuestro  viaje  sea
      menos trabajoso por un tiempo. Sin embargo, no os aconsejarán: al fin tendréis
      que dejarlas a ellas y al río y marchar hacia el oeste, o el este.
        Aragorn  agradeció  a  Celeborn  repetidas  veces.  La  noticia  de  los  botes  lo
      tranquilizó, pues durante unos días no sería necesario decidir el curso. Los otros
      parecían  también  más  esperanzados.  Cualesquiera  fuesen  los  peligros  que  los
      esperaban  allá  adelante,  parecía  mejor  ir  a  encontrarlos  navegando  el  ancho
      Anduin aguas abajo que caminar trabajosamente con las espaldas dobladas. Sólo
      Sam titubeaba: él por lo menos pensaba aún que los botes eran tan malos como
      los  caballos  salvajes,  si  no  peores  y  no  todos  los  peligros  a  los  que  había
      sobrevivido le habían probado lo contrario.
        —Todo estará preparado para vosotros y os esperará en el puerto antes del
      mediodía —dijo Celeborn—. Os enviaré a mi gente en la mañana para que os
      ayude en los preparativos del viaje. Ahora os desearemos a todos buenas noches
      y un sueño tranquilo.
        —¡Buenas noches, amigos míos! —dijo Galadriel—. ¡Dormid en paz! No os
      preocupéis demasiado esta noche pensando en el camino. Pues los caminos que
      seguiréis  todos  vosotros  ya  se  extienden  quizás  a  vuestros  pies,  aunque  no  los
      veáis aún. ¡Buenas noches!
      La Compañía se despidió y regresó al pabellón. Legolas fue con ellos, pues ésta
      era  la  última  noche  que  pasarían  en  Lothlórien  y  a  pesar  de  las  palabras  de
      Galadriel deseaban estar todos juntos y discutir los pormenores del viaje.
        Durante largo tiempo hablaron de lo que harían y cómo llevarían a cabo la
      misión que concernía al Anillo; pero no llegaron a ninguna decisión. Era obvio
      que la mayoría deseaba ir primero a Minas Tirith y escapar así al menos por un
      tiempo al terror del enemigo. Estaban dispuestos a seguir a un guía hasta la otra
      orilla  y  aun  entrar  en  las  sombras  de  Mordor,  pero  Frodo  callaba  y  Aragorn
      vacilaba todavía.
        El plan de Aragorn, mientras Gandalf estaba aún con ellos, había sido ir con
      Boromir  y  ayudar  a  la  liberación  de  Gondor.  Pues  creía  que  el  mensaje  del
      sueño era un mandato y que había llegado al fin la hora en que el heredero de
      Elendil aparecería para luchar contra el dominio de Sauron. Pero en Moria había
      tenido que tomar la carga de Gandalf y sabía que ahora no podía dejar de lado el
      Anillo, si Frodo se negaba a ir con Boromir. ¿Y sin embargo de qué modo podría
      él,  o  cualquier  otro  de  la  Compañía,  ayudar  a  Frodo,  salvo  acompañándolo  a
      ciegas a la oscuridad?
        —Iré a Minas Tirith, sólo si fuera necesario, pues es mi deber —dijo Boromir
      y luego calló un rato, sentado y con los ojos clavados en Frodo, como si tratara
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