Page 411 - El Señor de los Anillos
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cosas para que os sirvan cuando falte todo lo demás. Las galletas se conservarán
      frescas muchos días, si las guardáis enteras y en las envolturas de hojas en que
      las hemos traído. Una sola basta para que un viajero aguante en pie toda una dura
      jornada, aunque sea un hombre alto de Minas Tirith.
        Los  elfos  abrieron  luego  los  paquetes  de  ropas  y  las  repartieron  entre  los
      miembros de la Compañía. Habían preparado para cada uno y en las medidas
      correspondientes, una capucha y una capa, de esa tela sedosa, liviana y abrigada
      que tejían los Galadrim. Era difícil saber de qué color eran: parecían grises, con
      los tonos del crepúsculo bajo los árboles; pero si se las movía, o se las ponía en
      otra luz, eran verdes como las hojas a la sombra, o pardas como los campos en
      barbecho al anochecer, o de plata oscura como el agua a la luz de las estrellas.
      Las capas se cerraban al cuello con un broche que parecía una hoja verde de
      nervaduras de plata.
        —¿Son mantos mágicos? —preguntó Pippin mirándolos con asombro.
        —No  sé  a  qué  te  refieres  —dijo  el  jefe  de  los  elfos—.  Son  vestiduras
      hermosas y la tela es buena, pues ha sido tejida en este país. Son por cierto ropas
      élficas, si  eso  querías  decir.  Hoja y  rama,  agua  y piedra:  tienen  el  color  y  la
      belleza de todas esas cosas que amamos a la luz del crepúsculo en Lórien, pues
      en todo lo que hacemos ponemos el pensamiento de todo lo que amamos. Sin
      embargo son ropas, no armaduras y no pararán ni la flecha ni la espada. Pero os
      serán muy útiles: son livianas para llevar, abrigadas o frescas de acuerdo con las
      necesidades  del  momento.  Y  os  ayudarán  además  a  manteneros  ocultos  de
      miradas  indiscretas,  ya  caminéis  entre  piedras  o  entre  árboles.  ¡La  Dama  os
      tiene en verdad en gran estima! Pues ha sido ella misma y las doncellas que la
      sirven  quienes  han  tejido  esta  tela,  y  nunca  hasta  ahora  habíamos  vestido  a
      extranjeros con las ropas de los nuestros.
      Luego de un almuerzo temprano la Compañía se despidió del prado junto a la
      fuente. Todos sentían un peso en el corazón, pues el sitio era hermoso y había
      llegado a convertirse en un hogar para ellos, aunque no sabían bien cuántos días y
      noches  habían  pasado  allí.  Se  habían  detenido  un  momento  a  mirar  el  agua
      blanca a la luz del sol cuando Haldir se les acercó cruzando el pasto del claro.
      Frodo lo saludó con alegría.
        —Vengo de las Defensas del Norte —dijo el elfo—, y he sido enviado para
      que os  sirva  otra  vez  de guía.  En  el  Valle del  Arroyo  Sombrío  hay  vapores  y
      nubes  de  humo  y  las  montañas  están  perturbadas.  Hay  ruidos  en  las
      profundidades de la tierra. Si alguno de vosotros ha pensado en regresar por el
      norte, no podría cruzar. ¡Pero adelante! Vuestro camino va ahora hacia el sur.
        Caminaron atravesando Caras Galadon, las sendas verdes estaban desiertas,
      pero arriba en los árboles se oían muchas voces que murmuraban y cantaban. El
      grupo marchaba en silencio. Al fin Haldir los llevó cuesta abajo por la pendiente
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