Page 413 - El Señor de los Anillos
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La Compañía se repartió así: Aragorn, Frodo y Sam iban en una barca; Boromir,
      Merry y Pippin en otra; y en la tercera Legolas y Gimli, que ahora eran grandes
      amigos.  Esta  última  embarcación  llevaba  además  la  mayor  parte  de  las
      provisiones y paquetes. Las barcas eran impulsadas y dirigidas con unos remos
      cortos de pala ancha en forma de hoja. Cuando todo estuvo preparado, Aragorn
      decidió probarlas en el Cauce de Plata. La corriente era rápida y progresaban
      lentamente. Sam, sentado en la proa, las manos aferradas a los bordes, miraba
      nostálgico la orilla. Los reflejos del sol en el agua lo enceguecían. Más allá del
      campo verde de la Lengua los árboles crecían otra vez en las márgenes. Aquí y
      allá  unas  hojas  doradas  se  balanceaban  en  el  agua.  El  aire  era  brillante  y
      tranquilo y todo estaba en silencio, excepto el canto de las alondras.
        Doblaron en un recodo del río y allí, navegando orgullosamente hacia ellos,
      vieron un cisne de gran tamaño. El agua se abría en ondas a cada lado del pecho
      blanco, bajo el cuello curvo. El pico del ave chispeaba como oro bruñido y los
      ojos relucían como azabache engarzado en piedras amarillas; las inmensas alas
      blancas se alzaban a medias. Una música lo acompañaba mientras descendía por
      el río; y de pronto se dieron cuenta de que el cisne era una nave construida y
      esculpida con todo el arte élfico. Dos elfos vestidos de blanco la impulsaban con
      la  ayuda  de  unas  palas  negras.  En  medio  de  la  embarcación  estaba  sentado
      Celeborn y detrás venía Galadriel, de pie, alta y blanca; una corona de flores
      doradas le ceñía los cabellos y en la mano sostenía un arpa pequeña y cantaba.
      Triste y dulce era el sonido de la voz de Galadriel en el aire claro y fresco.
       He cantado las hojas, las hojas de oro, y allí crecían hojas de oro;
       he cantado el viento, y un viento vino y sopló entre las ramas.
       Más allá del sol, más allá de la luna, había espuma en el mar,
       y cerca de la playa de Ilmarin crecía un árbol de oro, y brillaba
       en Eldamar bajo las estrellas de la Noche Eterna,
       en Eldamar junto a los muros de Tirion de los Elfos.
       Allí crecieron durante largos años las hojas doradas,
       mientras que aquí, más allá de los Mares Separadores,
       corren ahora las lágrimas élficas.
       Oh Lórien. Llega el invierno, el día desnudo y deshojado;
       las hojas caen en el agua, el río fluye alejándose.
       Oh Lórien. Demasiado he vivido en estas costas
       y he entretejido la elanor de oro en una corona evanescente.
       Pero si ahora he de cantar a las naves, ¿qué nave vendrá a mí,
       qué nave me llevará de vuelta por un océano tan ancho?
        Aragorn detuvo la barca mientras la nave-cisne se acercaba. La Dama dejó
      de cantar y les dio la bienvenida.
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