Page 418 - El Señor de los Anillos
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los viajeros se volvieron y miraron cómo iba alejándose lentamente sobre las
      aguas.  Pues  así  les  parecía:  Lórien  se  deslizaba  hacia  atrás  como  una  nave
      brillante que tenía como mástiles unos árboles encantados; se alejaba navegando
      hacia  costas  olvidadas,  mientras  que  ellos  se  quedaban  allí,  descorazonados,  a
      orillas de un mundo deshojado y gris.
        Miraban  aún  cuando  el  Cauce  de  Plata  desapareció  en  las  aguas  del  Río
      Grande, y las embarcaciones viraron y fueron hacia el sur. La forma blanca de
      la Dama fue pronto distante y pequeña. Brillaba como el cristal de una ventana a
      la luz del sol poniente en una lejana colina, o como un lago remoto visto desde
      una  cima  montañosa:  un  cristal  caído  en  el  regazo  de  la  tierra.  En  seguida  le
      pareció a  Frodo  que  ella  alzaba los  brazos  en  un último  adiós,  y  el  viento que
      venía siguiéndolos les trajo desde lejos pero con una penetrante claridad, la voz
      de la Dama, que cantaba. Pero ahora ella cantaba en la antigua lengua de los
      Elfos de Más Allá del Mar y Frodo no entendía las palabras; bella era la música,
      pero no le traía ningún consuelo.
        Sin embargo, como ocurre con las palabras élficas, los versos se le grabaron
      en la memoria y tiempo después los tradujo como mejor pudo: el lenguaje era el
      de las canciones y hablaba de cosas poco conocidas en la Tierra Media.
       Ai! laurië lantar lassi súrinen!
       Yéni únótime ve rámar aldaron,
       yéni ve linte yuldar vánier
       mi oromardi lisse-miruvóreva
       Andúne pella Vardo tellumar
       nu luini yassen tintilar í eleni
       ómaryo airetári-lírínen.
       Sí rnan i yulna nin enquantuva?
       An sí Tintalle Varda Oiolossëo
       ve fanyar máryat Elentári ortane
       ar ilye tier unduláve lumbule,
       ar sindanóriello carta mornië
       i falmalinnar imbe met, ar hísië
       untúpa Calaciryo míri oiale.
       Sí vanwa na, Rómello vanwa, Valimar!
       Namárië Nai biruvalye Valimar.
       Nai elye hiruwa. Namárië!
        « ¡Ah, como el oro caen las hojas en el viento! E innumerables como las alas
      de los árboles son los años. Los años han pasado como sorbos rápidos y dulces de
      hidromiel blanco en las salas de más allá del Oeste, bajo las bóvedas azules de
      Varda,  donde  las  estrellas  tiemblan  cuando  oyen  el  sonido  de  esa  voz,
      bienaventurada  y  real.  ¿Quién  me  llenará  de  nuevo  la  copa?  Pues  ahora  la
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