Page 420 - El Señor de los Anillos
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embarcación  de  Aragorn  que  iba  adelante  y  ya  había  dejado  la  corriente  del
      medio.

      Así  la  compañía  continuó  navegando  en  aquellas  aguas  rápidas  y  anchas,
      arrastrada siempre hacía el sur. Unos bosques desnudos se levantaban en una y
      otra orilla y nada podían ver de las tierras que se extendían por detrás. La brisa
      murió  y  el  río  fluyó  en  silencio.  No  se  oían  cantos  de  pájaros.  El  sol  fue
      velándose a medida que el día avanzaba, hasta que al fin brilló en un cielo pálido
      como una alta perla blanca. Luego se desvaneció en el oeste y el crepúsculo fue
      temprano y lo siguió una noche gris y sin estrellas. Llegaron las horas negras y
      calladas  y  ellos  siguieron  navegando,  guiando  los  botes  a  la  sombra  de  los
      bosques occidentales. Los grandes árboles pasaban junto a ellos como espectros,
      hundiendo en el agua a través de la bruma las raíces retorcidas y sedientas. La
      noche era lúgubre y fría. Frodo, inmóvil, escuchaba el débil golpeteo de las aguas
      en la orilla y los gorgoteos entre las raíces y las maderas flotantes, hasta que al
      fin sintió que le pesaba la cabeza y cayó en un sueño intranquilo.
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