Page 423 - El Señor de los Anillos
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mentalmente, preguntándose si ese metal servirla para guardar el regalo de la
      Dama.  Merry  y  Pippin  en  el  bote  del  medio  no  se  sentían  tranquilos,  pues
      Boromir no dejaba de murmurar entre dientes, a veces mordiéndose las uñas,
      como  consumido  por  alguna  duda  o  inquietud,  a  veces  tomando  una  pala  y
      tratando de poner la barca detrás de la de Aragorn. Pippin, que estaba sentado en
      la proa mirando hacia atrás, vio entonces una luz rara en los ojos de Boromir, que
      se inclinaba espiando a Frodo. Sam estaba convencido desde hacía tiempo: las
      barcas no le parecían ahora tan peligrosas como antes, pero nunca había pensado
      que  fueran  tan  incómodas.  Se  sentía  agarrotado  y  descorazonado,  no  teniendo
      nada  que  hacer  excepto  clavar  los  ojos  en  los  paisajes  invernales  que  se
      arrastraban a lo largo de las orillas y en el agua gris a los lados. Aun cuando
      tenían que recurrir a las palas, no le confiaban ninguna.
        En el cuarto día, a la caída de la tarde, Sam miraba hacia atrás por encima de
      las cabezas de Frodo y Aragorn y los otros botes; soñoliento, no pensaba en otra
      cosa que en pisar tierra firme y acampar. De pronto creyó ver algo; al principio
      miró distraídamente y en seguida se sentó frotándose los ojos, pero cuando miró
      de nuevo ya no se veía nada.
      Aquella  noche  acamparon  en  un  pequeño  islote,  cerca  de  la  orilla  occidental.
      Sam, envuelto en mantas, estaba acostado junto a Frodo.
        —Tuve un sueño curioso una hora o dos antes de detenernos, señor Frodo —
      dijo—. O quizá no fue un sueño. De todos modos fue curioso.
        —Bueno, cuéntame —dijo Frodo sabiendo que Sam no se quedaría tranquilo
      hasta  que  hubiera  contado  la  historia,  o  lo  que  fuera—.  Desde  que  dejamos
      Lothlórien no he visto ni he pensado nada que me haya hecho sonreír.
        —No fue curioso en ese sentido, señor Frodo. Fue extraño. Disparatado, si no
      se tratara de un sueño. Y será mejor que se lo cuente. ¡Vi un leño con ojos!
        —Lo del leño está bien —dijo Frodo—. Hay muchos en el río. ¡Pero olvídate
      de los ojos!
        —Eso no —dijo Sam—. Si me senté fue a causa de los ojos, por así decirlo.
      Vi lo que me pareció un leño: venía flotando en la penumbra detrás del bote de
      Gimli,  pero  no  le  presté  mucha  atención.  Luego  tuve  la  impresión  de  que  el
      tronco  estaba  acercándose  a  nosotros.  Y  esto  era  demasiado  peculiar,  podría
      decirse, pues todos flotábamos juntos en la corriente. En seguida vi los ojos: algo
      así  como  dos  puntos  pálidos,  brillantes,  sobre  una  joroba  en  el  extremo  más
      cercano del tronco. Además no era un tronco, pues tenía unas patas palmeadas,
      casi de cisne pero más grandes y las metía en el agua y las sacaba del agua,
      continuamente.
        » En ese momento me senté, frotándome los ojos, con la intención de gritar si
      aquello  seguía  allí  cuando  acabara  de  sacarme  el  sopor  que  me  nublaba  la
      cabeza. El no-sé-qué venía ahora rápidamente y ya estaba cerca de Gimli. No sé
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