Page 415 - El Señor de los Anillos
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» Yo mismo he estado a veces en Rohan, pero nunca atravesé la región hacia
      el norte. Cuando tuve que llevar algún mensaje marché por El Paseo bordeando
      las Montañas Blancas y crucé el Isen y el Fontegrís para pasar a Norlanda. Un
      viaje  largo  y  fatigoso.  Cuatrocientas  leguas  conté  entonces,  y  me  llevaron
      muchos  meses,  pues  perdí  mi  caballo  en  Tharbad,  vadeando  el  Aguada  Gris.
      Después de ese viaje y el camino que he hecho con esta Compañía, no dudo de
      que  encontraría  un  modo  de  atravesar  Rohan,  y  Fangorn  también  si  fuese
      necesario.
        —Entonces  no  tengo  más  que  decir  —concluyó  Celeborn—.  Pero  no
      desprecies  las  tradiciones  que  nos  llegan  de  antaño;  ocurre  a  menudo  que  las
      viejas guardan en la memoria cosas que los sabios de otro tiempo necesitaban
      saber.
      Galadriel se levantó entonces de la hierba y tomando una copa de manos de una
      doncella, la llenó de hidromiel blanco y se la tendió a Celeborn.
        —Ahora es tiempo de beber la copa del adiós —dijo—. ¡Bebed, Señor de los
      Galadrim! Y que tu corazón no esté triste, aunque la noche tendrá que seguir al
      mediodía y ya la tarde lleva a la noche.
        En seguida ella llevó la copa a cada uno de los miembros de la Compañía,
      invitándolos  a  beber  y  a  despedirse.  Pero  cuando  todos  hubieron  bebido  les
      ordenó que se sentaran otra vez en la hierba, y las doncellas trajeron unas sillas
      para  ella  y  Celeborn.  Las  doncellas  esperaron  un  rato  a  los  huéspedes.  Al  fin
      habló otra vez.
        —Hemos bebido la copa de la despedida —dijo— y las sombras caen ahora
      entre nosotros. Pero antes que os vayáis, he traído en mi barca unos regalos que
      el Señor y la Dama de los Galadrim os ofrecen ahora en recuerdo de Lothlórien.
        En seguida los llamó a uno por uno.
        —Este es el regalo de Celeborn y Galadriel al guía de vuestra Compañía —le
      dijo a Aragorn y le dio una vaina que habían hecho especialmente para la espada
      que  llevaba  el  nombre  de  Andúril,  y  que  estaba  adornada  por  flores  y  hojas
      entretejidas de oro y plata y por numerosas gemas dispuestas como runas élficas
      en las que se leía el nombre y el linaje de la espada—. La hoja que sale de esta
      vaina no tendrá manchas ni se quebrará, aun en la derrota. ¿Pero hay alguna otra
      cosa que desearías de mí en este momento de la separación? Pues las tinieblas
      descenderán entre nosotros y es posible que no volvamos a encontrarnos, a no ser
      lejos de aquí en un camino del que no se vuelve.
        Y Aragorn respondió:
        —Señora, conoces bien todos mis deseos, y durante mucho tiempo guardaste
      el único tesoro que busco. Sin embargo, no depende de ti dármelo, aunque ésa
      fuera tu voluntad; y sólo llegaré a él internándome en las tinieblas.
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