Page 416 - El Señor de los Anillos
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—Entonces quizás esto te alivie el corazón —dijo Galadriel—, pues quedó a
      mi  cuidado  para  que  te  lo  diera  si  llegabas  a  pasar  por  aquí.  —Galadriel  alzó
      entonces una piedra de color verde claro que tenía en el regazo, montada en un
      broche de plata que imitaba a un águila con las alas extendidas, y mientras ella la
      sostenía en lo alto la piedra centelleaba como el sol que se filtra entre las hojas de
      la primavera—. Esta piedra se la he dado a mi hija Celebrian y ella a su hija y
      ahora llega a ti como una señal de esperanza. En esta hora toma el nombre que
      se previó para ti: ¡Elessar, la Piedra de Elfo de la casa de Elendil!
        Aragorn tomó entonces la piedra y se la puso al pecho y quienes lo vieron se
      asombraron  mucho,  pues  no  habían  notado  antes  qué  alto  y  majestuoso  era,
      como si se hubiera desprendido de muchos años.
        —Te agradezco los regalos que me has dado —dijo Aragorn—, oh Dama de
      Lórien  de  quien  descienden  Celebrian  y  Arwen,  la  Estrella  de  la  Tarde.  ¿Qué
      elogio podría ser más elocuente?
        La Dama inclinó la cabeza y luego se volvió a Boromir y le dio un cinturón
      de oro, y a Merry y a Pippin les dio pequeños cinturones de plata, con broches
      labrados  como  flores  de  oro.  A  Legolas  le  dio  un  arco  como  los  que  usan  los
      Galadrim, más largo y fuerte que los arcos del Bosque Negro, y la cuerda era de
      cabellos élficos. Había también un carcaj de flechas.
        —Para  ti,  pequeño  jardinero  y  amante  de  los  árboles  —le  dijo  a  Sam—,
      tengo  sólo  un  pequeño  regalo  —y  le  puso  en  la  mano  una  cajita  de  simple
      madera gris, sin ningún adorno excepto una runa de plata en la tapa—. Esto es
      una  G  por  Galadriel  —dijo—,  pero  podría  referirse  a  jardín [5] ,  en  vuestra
      lengua.  Esta  caja  contiene  tierra  de  mi  jardín  y  lleva  las  bendiciones  que
      Galadriel todavía puede otorgar. No te protegerá en el camino ni te defenderá
      contra el peligro, pero si la conservas y vuelves un día a tu casa, quizá tengas
      entonces  tu  recompensa.  Aunque  encontraras  todo  seco  y  arruinado,  pocos
      jardines  de  la  Comarca  florecerán  como  el  tuyo  si  esparces  allí  esta  tierra.
      Entonces te acordarás de Galadriel y tendrás una visión de la lejana Lórien, que
      viste en invierno. Pues nuestra primavera y nuestro verano han quedado atrás y
      nunca se verán otra vez, excepto en la memoria.
        Sam enrojeció hasta las orejas y murmuró algo ininteligible y tomando la
      caja saludó como pudo con una reverencia.
        —¿Y qué regalo le pediría un enano a los elfos? —dijo Galadriel volviéndose
      a Gimli.
        —Ninguno, Señora —respondió Gimli—. Es suficiente para mí haber visto a
      la Dama de los Galadrim y haber oído tan gentiles palabras.
        —¡Escuchad vosotros, elfos! —dijo la Dama mirando a la gente de alrededor
      —. Que nadie vuelva a decir que los enanos son codiciosos y antipáticos. Pero tú,
      Gimli  hijo  de  Glóin,  algo  desearás  que  yo  pueda  darte.  ¡Nómbralo,  y  es  una
      orden! No serás el único huésped que se va sin regalo.
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