Page 397 - El Señor de los Anillos
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—Qué raro —dijo Merry—. Casi exactamente lo que yo sentí, sólo que…
bueno, creo que no diré más —concluyó con una voz débil.
A todos ellos, parecía, les había ocurrido algo semejante: cada uno había
sentido que se le ofrecía la oportunidad de elegir entre una oscuridad terrible que
se extendía ante él y algo que deseaba entrañablemente, y para conseguirlo sólo
tenía que apartarse del camino y dejar a otros el cumplimiento de la misión y la
guerra contra Sauron.
—Y a mí me pareció también —dijo Gimli— que mi elección permanecería
en secreto y que sólo yo lo sabría.
—Para mí fue algo muy extraño —dijo Boromir—. Quizá fue sólo una
prueba y ella quería leernos el pensamiento con algún buen propósito, pero yo
casi hubiera dicho que estaba tentándonos y ofreciéndonos algo que dependía de
ella. No necesito decir que me rehusé a escuchar. Los hombres de Minas Tirith
guardan la palabra empeñada.
Pero lo que le había ofrecido la Dama, Boromir no lo dijo.
En cuanto a Frodo se negó a hablar, aunque Boromir lo acosó con preguntas.
—Te miró mucho tiempo, Portador del Anillo —dijo.
—Sí —dijo Frodo—, pero lo que me vino entonces a la mente ahí se quedará.
—Pues bien, ¡ten cuidado! —dijo Boromir—. No confío demasiado en esta
Dama Élfica y en lo que se propone.
—¡No hables mal de la Dama Galadriel! —dijo Aragorn con severidad—.
No sabes lo que dices. En ella y en esta tierra no hay ningún mal, a no ser que un
hombre lo traiga aquí él mismo. Y entonces ¡que él se cuide! Pero esta noche y
por vez primera desde que dejamos Rivendel dormiré sin ningún temor. ¡Y ojalá
duerma profundamente y olvide un rato mi pena! Tengo el cuerpo y el corazón
cansados.
Se echó en la cama y cayó en seguida en un largo sueño.
Los otros pronto hicieron lo mismo y durmieron sin ser perturbados por ruidos
o sueños. Cuando despertaron vieron que la luz del día se extendía sobre la hierba
ante el pabellón y que el agua de la fuente se alzaba y caía refulgiendo a la luz
del sol.
Se quedaron algunos días en Lothlórien, o por lo menos eso fue lo que ellos
pudieron decir o recordar más tarde. Todo el tiempo que estuvieron allí brilló el
sol, excepto en los momentos en que caía una lluvia suave que dejaba todas las
cosas nuevas y limpias. El aire era fresco y dulce, como si estuviesen a
principios de la primavera, y sin embargo sentían alrededor la profunda y
reflexiva quietud del invierno. Les pareció que casi no tenían otra ocupación que
comer y beber y descansar y pasearse entre los árboles; y esto era suficiente.
No habían vuelto a ver al Señor y a la Dama y apenas conversaban con el
resto de los elfos, pues eran pocos los que hablaban otra cosa que la lengua